La Feria

Jalisco en el segundo gobierno morenista

Pablo Lemus es político distinto en un tiempo donde el movimiento en el poder sólo entiende, y eventualmente respeta, la fuerza territorial que un adversario demuestre.

La semana entrante arranca el segundo gobierno de Movimiento Ciudadano en Jalisco, un par de meses después de que iniciara el nuevo sexenio de Morena en Palacio Nacional. ¿Qué dinámica política podría esperarse entre esos ámbitos gubernamentales?

Enrique Alfaro es un peso pesado de la política. Cierra su sexenio con el mérito de entregar a su partido, mas no a alguien de su equipo, el Palacio de Gobierno jalisciense. Su sucesor, Pablo Lemus, es una incógnita por revelarse en el plano de las grandes ligas.

Alfaro y lo que es hoy Morena se conocen de tiempo atrás. Lo mismo compartieron trinchera, que se enfrentaron. Y no faltó el tiempo en que independientemente de las diferencias mediáticas, el gobernador jalisciense tejió funcionales acuerdos con el expresidente.

El gobierno alfarista inició con un desplante federalista. Y cierra de la misma forma: el supuesto amago de salida del pacto fiscal es una jugada política que de paso ayuda a Claudia Sheinbaum, presidenta a la que le viene bien cualquier pantalla opositora digna de ese nombre.

Alfaro aguantó rechiflas en mítines donde el expresidente se apersonaba en Jalisco. Y supo sostener una relación en sus términos con un mandatario que ninguneó a la mayoría de los gobernadores de oposición. Meritorio, sin duda.

Mientras el otro gobernador naranja tuvo que tragarse el orgullo de ver cómo perdía la capital de Nuevo León, donde para más inri compitió su esposa, Alfaro le cederá la estafeta a Lemus, que no era su candidato, pero que, se comprobó, tenía mayores posibilidades.

Sin embargo, la ola morena arrasó en Jalisco: el Congreso local está completamente dividido, en la zona metropolitana MC retuvo Zapopan y, con muchos trabajos, Guadalajara. En diputaciones federales, los naranjas sólo ganaron una de 20.

Así que Lemus puede estar feliz de convertirse en gobernador de su estado, pero ¿estará consciente de la demanda política que supondrá el lidiar en lo local, y en lo federal, con un movimiento que se quedó herido por la derrota y donde la revancha es la divisa?

A lo largo de la transición Lemus ha recibido un trato desdeñoso. Mientras la Presidenta se entrevista a cada rato con gobernadores electos que, al igual que el jalisciense, no han asumido (el de Chiapas o la de Veracruz, por ejemplo), al emecista no le da cita.

El cómo se van a relacionar Presidenta-gobernador estará condicionado por un factor que en Morena es clave. Territorio. Alfaro sí era el líder de un grupo político capaz de una movilización, cabeza de un movimiento, estatal si se quiere, pero con arraigo.

Pablo es, y no es un insulto, un publirrelacionista. Es un modelo distinto de político en un tiempo donde el movimiento en el poder sólo entiende, y eventualmente respeta, la fuerza territorial que un adversario demuestre. ¿Se convertirá Pablo en un jefe político real?

La presidenta Sheinbaum necesita de estados que le ayuden a producir buenas noticias en lo económico. En ese sentido, Jalisco tiene todo dispuesto.

Pero Palacio Nacional tendrá que lidiar con el impulso natural en Morena por hacerse en tres años de los dos municipios más importantes de Jalisco –Guadalajara y Zapopan– y de gobernar a plenitud el Congreso local.

Si a eso le sumamos que el otrora grupo Universidad pactó con Sheinbaum, y que la fuerza nacional de Movimiento Ciudadano es una incógnita, el panorama de Lemus luce nublado: sin el músculo territorial que tuvo Alfaro, sin la proclividad a la confrontación que tanto entiende Morena y con adversarios (UdeG) alineados.

Veremos si Lemus tiene la habilidad de granjearse a Sheinbaum antes de que ésta permita que los leones morenos se desayunen en la primera de cambios al novel gobernador.

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