La presidenta Claudia Sheinbaum despacha la mañanera toreando para su tribuna, en un ejercicio de buleo que además de polarizante, mata su propia nota. Los anuncios de programas muchas veces son opacados por el chascarrillo o la descalificación presidencial.
Pero no todo es la mañanera. No confundir el estridente ejercicio de propaganda con el ejercicio de gobierno. La caricatura de que el expresidente sólo eso hacía, una conferencia al día, en nada ayudó a dimensionar lo que pretendía… y logró, al menos políticamente.
Falta mucho para descubrir el estilo de gobernar de la Presidenta. Qué interesante, al respecto, la decisión que tomó para hoy: llevar a una reunión sobre seguridad a todas y todos los gobernadores a Acapulco. Al triste puerto. ¿Cuántos llegarán en avión privado?
Las y los mandatarios estatales constatarán los estragos de dos fenómenos naturales en menos de un año. Uno, Otis, desolló la infraestructura, pública y privada. Otro, John, anegó la ciudad.
Hasta junio la Federación calculaba en 15 mil millones de pesos lo destinado a atender Acapulco. Justo en esa fecha la Secretaría del Bienestar anunciaba otros 800 millones en apoyos para los siguientes tres meses. Y luego, con John, llovió sobre mojado.
La crisis de Acapulco viene de tiempo atrás. Y no necesariamente tiene causas naturales. Al gobierno federal le han estallado problemáticas largamente cocinadas por administraciones estatales priistas, perredistas y, claro, morenistas rebosantes de nepotismo.
El anterior gobierno federal se abocó a atender la disrupción de la vida en Acapulco pero, con todo lo que se invirtió, sólo fue una estrategia paliativa. Es decir, patearon el bote. Sin exageración, la nueva administración tiene en Acapulco una prueba de fuego.
Los programas asistencialistas son indispensables para una población que se quedó sin empleo; pero sin reactivación económica a la vista, representan un barril sin fondo. De ahí las protestas de colonos en demanda de apoyos.
Sheinbaum piensa destinar 8 mil millones de pesos en los próximos años a reconstruir infraestructura de Acapulco. La mitad en 2025. Lo que la Presidenta ahora pretende es que ese esfuerzo active la inversión de la iniciativa privada.
La administración aplicará el esquema Fonatur. Usarán el mecanismo que sirvió hace medio siglo para crear Ixtapa (entre otros destinos) a fin de reconstruir un lugar que por negligencias gubernamentales, agravadas por causas naturales, hoy carece de lo elemental.
Pretenden refundar unos 70 kilómetros a lo largo de la costa: drenaje, parques, banquetas, camellones, agua potable… Con eso esperan que empresas nacionales y locales saquen su cartera a la expectativa del regreso de los turistas. ¿Ocurrirá?
Gobierno y empresariado se reunirán de nuevo en unas semanas para ver quién pone qué. Pero como lo dijo Sheinbaum con respecto a Sinaloa: en Acapulco, lo primero y más importante que debe dar el gobierno es seguridad.
Fonatur alcanza para diseño, varillas, mezcla, maquinaria y terminados. Es una buena idea retomarlo, pero no fue concebido para crear policías honestas y capaces, administradores creativos, ni para arrebatar al crimen el transporte o los mercados.
Fonatur tampoco es garantía con gobernantes dados a la frivolidad o el clientelismo, ni sirve para prevenir cacicazgos. Sociedad e inversionistas necesitan gobernabilidad real.
Que convocados al sistema nacional de seguridad, desembarquen en Acapulco las y los gobernadores lleva jiribilla. La Presidenta necesita ayuda ante una desgracia que reta a todo el Estado. La de la violencia, sí, pero también la de debilidad institucional.
Por cierto, qué raro que Claudia Sheinbaum aceptara que la tradicional reunión nacional bancaria se fuera a Vidanta en Vallarta, en vez de quedarse en Acapulco, como era tradicional. Raro, ¿no?