Es una guerra de narrativas, de números. Es un combate que emplea más en ganar el discurso que en consolar a los deudos. Es una batalla en contra de opositores, de expertos descreídos y de prensa díscola. Se da a los criminales un uso político; las víctimas, son un tema (muy) colateral.
El martes pasado, día del reporte quincenal de la estrategia en contra de la violencia, el gobierno dio su parte. Si fuera un informe de calabazas desechadas por un temporal, o de ganado que no se podrá exportar por restricciones sanitarias, el tono sería idéntico.
La presidenta Sheinbaum y sus colaboradores repasan logros, sus otros datos: el triunfal rosario de decomisos récord, las fotos de los nuevos trofeos de la cacería de “generadores de violencia”, las cifras obesas de ceros de lo que el narco ya no podrá mercar...
Palomita a cada exposición del gobierno ejecutivo, profesional, técnico. Sólo una estadística en rojo (la extorsión). Las demás, a la baja. ¿Delitos de alto impacto? Doble dígito en color verde esperanza. En esa ruta, ¿en cuál martes de 2025 decretamos que llegó la paz?
El nuevo gobierno no creyó necesario corregir la manera en que tratamos, Palacio Nacional antes que nadie, de contarnos públicamente los costos del azote de la violencia sobre la población. Ellos se aferran a sus datos, nosotros al espanto.
De eso, de discutir qué está pasando y qué hacemos al respecto, no se tratan las mañaneras, sino de imponer la verdad de que el modelo “está dando resultados”.
Cuando en día que no toca a la Presidenta le preguntan por un acto violento, remite a que ya vendrá el gabinete de seguridad, ese que se reúne diario muy temprano, a decir, informar, ¿a desmentir? Pausen el dolor o su conmoción por una masacre. Esperen al martes.
Si lo que no se nombra no existe, como dijo la Presidenta en su día inaugural, ¿qué son las víctimas hoy si sólo se les nombra en la celda del Excel?: vean, se detuvo la tendencia, miren, va a la baja, constaten, desde 2018 se revirtió, acepten, está funcionando, crean...
El fin de semana mataron a un emprendedor en Guanajuato para quitarle el auto. Una semana antes, un niño de Yautepec, Morelos, que había ganado un concurso ‘para la paz’, perdió la vida por una bala perdida.
Muertes absurdas.
Y apenas dos de las ochenta diarias, cifra sin sumar, porque no gusta al gobierno, a los desaparecidos. Muertes que a pesar de la escabechina cotidiana son noticia: una, porque era conocido vitivinícola; otra por la carcajada grotesca que es México: ¿quieres paz, niño? Ten tu bala.
¿Qué pasaría si el gobierno federal deja de hacer su exposición de estadísticas de un martes sí y otro no?
Dicho de otra manera, ¿en Yautepec se siente la población más tranquila cuando ve el chorro de ceros del monto de lo decomisado?
¿En Guanajuato se consuelan de que –al menos– a ese ritmo ya muy prontito no habrá más muertos de gente ‘que se resistió’ a que le quitaran el auto?
Ahora que lo pienso, qué dicen de las víctimas, expresamente, los cuatro ejes de la Presidenta. Si lo que no se nombra…
Es más: desde octubre ¿ha ido a la mañanera la/el encargado de la Comisión Nacional de Búsqueda? ¿Una vez? ¿Cada quince días? ¿Cada mes? ¿Existe? Busco de memoria el nombre de ese funcionario y sin Google* no daré con él. ¿Soy yo? ¿Son ustedes? ¿Es el gobierno?
Cada dos martes nos llenarán de datos. Ojalá sirvan de consuelo a alguien. De corazón.