El Movimiento Regeneración Nacional lleva seis años de presentarse y comportarse como una fuerza prácticamente incontestable. A Morena ni la pandemia, mucho menos sus propios errores, le hicieron variar el rumbo. ¿La presidencia de Donald Trump podría cambiar eso?
A nivel interno, desde 2018 Morena emplea una política avasallante para desmontar oposiciones, anular críticas, acosar prensa y ONG. Así ha implantado una narrativa donde todo problema, sea desabasto de medicinas o violencia, es relativizado. Sin costo por ello en las urnas.
El triunfo morenista en 2024, y sondeos como Latinobarómetro, que muestra la satisfacción de la sociedad con el modelo o aquellos que reportan alta aprobación de la Presidenta en sus 100 primeros días, perfilaban para Morena seguir en velocidad crucero… hasta el 20-E.
Al cambiar el 20 de enero el gobierno en Estados Unidos ha iniciado un juego nuevo, para el mundo y singularmente para México. El momento sería retador para cualquier gobierno mexicano. ¿Cuál es el impacto predecible en el caso de la administración Sheinbaum?
Con toda su arrogante agresividad, Donald Trump es desde ya el alter ego de la presidenta Claudia Sheinbaum. Nadie en México lo era, nadie en México lo fue en el sexenio pasado, cuando YSQ tuvo que alimentar a no pocos personajes para usarlos como punching bags.
Trump es sobre todas las cosas una máquina de propaganda con poderes descomunales. Su triunfo en noviembre lo hace, en cierta forma, espejo de Morena: enorme respaldo popular y actitud de no detenerse en prácticamente nada con tal de cumplir su agenda.
El problema, obvio, es que México interfiere o está implicado o –en términos llanos– es esa agenda: nuestra frontera, nuestros migrantes y otros que pasan por nuestro territorio y sí, ni modo, nuestros cárteles de las drogas; y, tema nada menor, nuestras exportaciones.
Es entendible que la Presidenta diga que si su antecesor se pudo entender con Trump, ella también podrá. Entendible pero poco creíble. Este Trump quiere otras muchas cosas, y este gobierno, el mexicano, vive otra circunstancia: fuerza política, mas debilidad económica.
Pongámoslo así: aun antes de la llegada de Trump, la Presidenta ya tenía un enorme problema con los cárteles, un erario mermado, una necesidad de arreglar el desorden administrativo que heredó, unas huestes alebrestadas por sus ambiciones y una economía renqueante. Encima de lo anterior, ahora pretenden imponerle una agenda.
El primer cambio es evidente: ¿cuántas de las mañanas del sexenio se verá forzada a desmontar un ataque, una decisión, un infundio o una crisis de Donald Trump? Estará en permanente riesgo de captura.
Ello implica no sólo distracción de recursos, sino fundamentalmente que por primera vez Morena tiene en el ring mediático a quien le puede exhibir, desnudar, denunciar y hasta atacar. Y ese alguien está fuera de México y no reparará en medios si no se atienden sus fines.
Quien crea que eso es una buena noticia, que es bueno que por primera vez el régimen tenga una oposición, es poco o nada patriota. Trump es, entre otras muchas cosas, un pendenciero nativista, así que cada cosa que pretenda difícilmente será benéfica para México.
Además, hay otro riesgo. Dentro de Morena no faltará quien vea la crisis Trump como oportunidad y justificación para menos democracia, para acunarse en un victimismo que en realidad maquillará las ganas de radicalizarse en el sectarismo, de coquetear con el autoritarismo.
La Presidenta quiere que a las y los mexicanos, sobre todo a quienes menos tienen, les vaya mejor. Pero si el panorama empeora porque su gobierno no atinó a resolver el acertijo Trump, ¿Sheinbaum buscará expandir su círculo de interlocutores o se enconchará más?
El instinto de Morena en tal escenario será culpar a los enemigos internos, a los traidores a la patria, a los emisarios del pasado, a los émulos de Miramón, a la oposición reaccionaria, a los poderes fácticos, a la prensa, a los trumpistas locales…
Es decir, recargar la mañanera de ataques y acoso, renunciar a hacer política, victimizarse y ser indolentes en el costo que las y los pobres tienen que pagar por ello. Igualito que en el sexenio anterior en cada crisis. Trump como anillo al dedo, como ya dicen por ahí.