La Feria

El ‘Cuau’: los autogoles de Morena

Ante la ausencia de una oposición articulada, son las y los morenistas quienes se afanan en exhibir sus miserias: sostener a Cuauhtémoc Blanco saldrá carísimo al discurso de ‘llegamos todas’.

Detengámonos un poco en estas 20 palabras: Morena vive una revuelta interna por proteger a Cuauhtémoc Blanco de una acusación de tipo sexual de su media hermana. ¿Qué nos dice esa oración de la manera en que opera el régimen obradorista?

Vamos de atrás para adelante. Cuando Blanco estaba por ser descubierto como promesa futbolística, a finales de los ochenta, López Obrador ya había sufrido el avasallamiento del sistema priista como candidato cardenista en la elección de 1988 en Tabasco.

Blanco hizo una carrera en la que su bravío temperamento no opacó su destreza goleadora. Fue un jugador identificado con desplantes poco deportivos que no impidieron (o quizá hasta ayudaron) que alcanzara la categoría de ídolo popular.

Y a diferencia de otros futbolistas más o menos contemporáneos, no destacó por su conciencia gremial o agenda social.

A AMLO le tomaría 30 años la revancha contra el PRI. Y hasta 2018, en esa lucha no contó con el apoyo de Blanco. Fue en el sexenio de éste como gobernador (es un decir) de Morelos que el exfutbolista terminó integrándose al morenismo, que en 2024 lo hizo diputado.

¿Hace falta decir que Blanco no es un tribuno destacado (no se rían, es en serio la pregunta), ni sagaz en técnicas legislativas? ¿Hace falta mencionar que no ha despuntado como hacedor de acuerdos o desfacedor de entuertos políticos y que ni en Morelos lo quieren?

El valor de Blanco en San Lázaro es muy relativo o de plano marginal. Entonces, ¿por qué el régimen está dispuesto a tanto desprestigio para defenderlo de una denuncia de su media hermana?

Morena lleva en su nombre la promesa de la regeneración. Uno de sus diputados es acusado por una mujer de presunto abuso sexual. El partido en el poder está dividido al respecto, pues diputadas morenistas se han rebelado y podrían votar hoy por el desafuero.

La épica que Morena cuenta de su fundador tiene en el desafuero uno de sus hitos. Qué paradójico que eso que les hizo crecer al ser vistos como perseguidos del poder presidencial, hoy sea el instrumento morenista para blindar a Blanco de una denuncia sexual.

Sin prejuzgar la inocencia del exfutbolista, que tiene derecho a un juicio justo, en tiempos de la presidenta Claudia Sheinbaum las denuncias de una mujer no han de enfrentar el pacto patriarcal. Blanco no puede escudarse en el fuero que le dan sus amigos políticos.

Es curioso cómo los morenistas se hacen bolas. Si fuera uno mal pensado, creería que la presidenta prefiere que los liderazgos de las excorcholatas, hoy en el Congreso, se desgasten con escándalos así.

Pero al final de cuentas, lo más interesante, en términos políticos, es atestiguar a Morena como una fuerza llena de contradicciones, un movimiento que se pone el pie a sí mismo semana a semana, una mayoría sin vida institucional ni capacidad de autogobernarse.

Lo anterior implica riesgos para todos, no sólo para Morena. Mas en la ausencia de una oposición articulada, son las y los morenistas quienes se afanan en exhibir sus miserias: sostener a Cuauhtémoc saldrá carísimo al discurso de “llegamos todas”, por ejemplo.

En 2005, Cuauhtémoc fue campeón goleador y AMLO padeció la persecución de Fox. Luego el destino quiso que las carreras de tan singulares personajes se empataran y hoy el primero depende del segundo. Veinte años después, el movimiento que prometió una política diferente está dispuesto a autogolearse con tal de que nadie en sus filas, ni alguien como Blanco, que tiene a sus espaldas otros escándalos políticos, enfrente un proceso como un simple ciudadano.

COLUMNAS ANTERIORES

El régimen y sus honrados
Así (no) defiende el gobierno a los paisanos

Las expresiones aquí vertidas son responsabilidad de quien firma esta columna de opinión y no necesariamente reflejan la postura editorial de El Financiero.