En mis dorados tiempos de Preparatoria en la UNAM, cuando la Preparatoria se cursaba únicamente en dos años, se ofrecía como materia libre, no obligatoria, el “Seminario de Revolución Mexicana”, en el segundo año. Ahí me inscribí. Había un General Ángeles en la Revolución, diferente a todos, que me caía muy bien porque veneraba a Francisco I. Madero.
El Seminario, siempre me atrajo sobremanera. Inclusive iba únicamente a la Hemeroteca, en el barrio universitario, a hacer mis trabajos de investigación y de consulta, leyendo directamente los diarios de la época. Nunca leí un libro de texto. Solamente excelentes periódicos de la época revolucionaria y la extraordinaria colección de ocho tomos de Casasola, saturados de fotografías.
El general Ángeles había estudiado numerosos cursos de Artillería en Francia y en Estados Unidos, era culto y había sido director del Colegio Militar en México.
Su primer gran borrón: sabía, cuando se llevaban presos a Madero y a Pino Suárez a los lejanos y solitarios terrenos de la Penitenciaría, que iban a ser sacrificados, por órdenes de Victoriano Huerta. ¡No hizo algo para salvarlos!
Años después, este brillante militar desertó del Ejército Mexicano y después de algunos años de radicar en Estados Unidos, se unió al analfabeto y criminal Francisco Villa como su coordinador militar. Pero en Palacio Nacional no movió un solo dedo para salvar a Madero y a Pino Suárez de su cruel e injusto asesinato, cuando debió de haberlo hecho.
El Consejo de Guerra en Chihuahua, reunido el 25 noviembre de 1919, sabía, como bien lo sabía Ángeles, que por su traición y por su vida vacilante, sería fusilado el 25 de septiembre de 1919. Sin ninguna posibilidad de salvarse y menos de ser perdonado. ¡Era un vulgar traidor!
Por su traición al presidente Venustiano Carranza y para aplicarle un castigo final, el proceso penal que lo sentenció a morir fusilado, solamente duró cuarenta horas, habiéndose dado tiempo para escuchar todos los esfuerzos de Ángeles y de sus abogados para salvarlo de morir.
Su deslealtad al Ejército Mexicano lo llevó a morir fusilado al amanecer del día siguiente, a las 5 am. Antes, recibió a un cura para confesarse.
Su deslealtad al Ejército Mexicano lo llevó a la muerte (dejando cuatro hijos y una viuda en EU), por la dudosa lealtad al Ejército que lo formó y lo mandaba al extranjero para estudiar.
¿Por qué, con toda esta Historia, AMLO le puso el nombre de este general traidor, a un aeropuerto inseguro e improvisado, perdido en la terregosa inmensidad del Estado de México?