Día a día con López Obrador vociferando desde el templete que se inventó en Palacio Nacional uno encuentra, a simple vista, una enorme verborrea sin sentido aparente, y menos si sabemos que quien lo dice es el jefe del Estado mexicano; según SPIN, la consultora que dirige Luis Estrada, al 23 de junio López Obrador acumula ya más de 55 mil afirmaciones falsas o engañosas y eso solamente en el templete de Palacio, falta aún lo de las giras o las que hace desde el despacho presidencial, con estas cifras es claro que estamos ante un caso prácticamente clínico de un tipo de político que finca su gobierno en narrativas de engañifas, para seguro con eso mantener a sus feligreses en guardia permanente para el debate ante los diarios y cada vez más profundos cuestionamientos sociales de hacia dónde se dirige su ‘gobierno’.
Larga es la lista de los desatinos -por decir lo menos- en sus decisiones como la rifa del no avión; o la cancelación del aeropuerto de la Ciudad de México; o la desaparición de los fondos y fideicomisos que a tantas actividades y sectores sociales ha afectado; o la desaparición del Seguro Popular y el desastre y las desgracias que ello ha causado con la falta de medicinas para niños con cáncer, o simplemente abastecer a las clínicas y hospitales del sector salud; las obsesiones de apoyar las energías sucias frente a las limpias y el barril sin fondo en que ha hecho de las inversiones en Pemex del dinero público; o los ataques a los organismos constitucionales autónomos sobresaliendo la forma virulenta en que de manera personal ataca a los integrantes del INE o al gobernador del Banco de México y muchos etcéteras que por espacio no podremos enumerar ya.
Pero aunque se regodea de decir día a día más mentiras o verdades a medias, la narrativa de polarización es el objetivo central así como evadir la realidad del desastre que ha causado su desgobierno. Díganlo si no las cifras de la violencia generada por el fracaso de su ‘estrategia’ de “abrazos y no balazos” hacia el crimen organizado, situación que dramáticamente ha dejado ya una cifra de 88 mil homicidios dolosos en lo que López Obrador lleva de presidente; o qué decir de los 551 mil muertes reales que la pandemia por Covid-19 ha cobrado según el Instituto de Métrica y Evaluación de la Salud, ante el desastre en el manejo que el gobierno ha hecho desde su inicio y la ineficiencia en la logística para la aplicación de las vacunas frente a las recibidas por decir lo menos; la ausencia de una política económica en y para la pandemia ha llevado a la peor caída del PIB en la historia de México como lo fue el -8.5 el año pasado y de un cero en el primer trimestre de este 2021; el incremento de la pobreza que, según Coneval, ha dejado la pandemia: casi 10 millones de pobres más a los que ya teníamos y sin embargo se sigue atendiendo con los mismos paliativos asistencialistas y padrones cuando la pandemia y la crisis económica ha dramatizado los números sin ningún cambio de política pública de parte del gobierno.
Frente a estas dramáticas realidades que en el terreno racional se pensaría tendrían al gobernante y sus colaboradores ocupados y preocupados, el presidente arrecia sus confrontaciones con sus fantasmas ‘conservadores’, ya sean de la clase empresarial, ya de la oposición partidista y sus preferidos, los medios de comunicación. La narrativa de confrontación no pierde rumbo ni tiempo porque ese es el quid de la cuestión en su estrategia de poder para evadir la discusión racional de los problemas, como sería en cualquier democracia, pero para un populista-demagogo el lenguaje de la mentira es el instrumento para desmantelar las instituciones del Estado a fin de presentarse como la única voz autorizada que la sociedad debe de obedecer, ese sí es el fascismo, no la cantaleta que el jueves hizo de las clases medias, ahora el enemigo de moda después de su derrota político-electoral sobre todo en la capital del país el pasado 6 de junio. Aún sangra la herida, esa es la verdad.
Ahora, después de la jornada electoral y habiendo perdido la mayoría calificada en la Cámara de Diputados, arrecia su verborrea rumbo a la ‘consulta para enjuiciar a los expresidentes’. Ah, y con un costo de más de 500 millones de pesos, oootra mentira más puesto que el galimatías que la Corte autorizó no dice esto y cito: “¿Estás de acuerdo o no en que se lleven a cabo las acciones pertinentes, con apego al marco constitucional y legal, para emprender un proceso de esclarecimiento de las decisiones políticas tomadas en los años pasados por los actores políticos encaminados a garantizar la justicia y los derechos de las posibles víctimas?”. Así es que, ¿desde cuando empezamos? En diciembre de 2018 o desde la llegada de los conquistadores o prefiere López Obrador a Moctezuma, o Juárez o al presidente municipal de cualquier municipio. Es decir, el absurdo por norma, pero ingrediente sustancial de la estrategia de polarización para mantenerse en el poder bajo la égida del resentimiento social y la venganza, y a la vez esconder la ineptitud y fracaso del gobierno de un autócrata y enemigo de la democracia.