El movimiento político, con registro de partido político denominado Morena, es solo el instrumento que sirvió a López Obrador para llegar al poder, no es un partido político y difícilmente lo será. Su objetivo fue claro y además solo es producto de su creador y por tanto, NO es un aparto político heredable. Un partido político es más que un mazacote de encuentro entre agentes sociales, grupos de interés o resentidos de la sociedad. La dificultad que tiene Morena para poder autogobernarse e institucionalizarse es que sus integrantes, pero sobre todo los líderes de los grupos que lo conforman, solo obedecen a su ‘santo patrono’ y no a las estructuras o las reglas que formalmente ante la autoridad electoral registraron. Morena no tiene ideología, lo cual hace que se prive de un motor esencial para la búsqueda de objetivos políticos de los grupos que lo conforman, así, solo queda la lucha despiadada entre los jefes de las tribus por el favor del líder para escalar o alcanzar puestos de poder con su venia. No es un aparato partidario con un programa de futuro para el país, ni con una aspiración intelectual de desarrollo para sus militantes, es solo la correa de transmisión de las órdenes del líder (“no le cambien ni una coma”) para los legisladores o la maquinaria para la próxima contienda electoral.
Con la crisis de los partidos y de la clase política que se venía dando en el sistema político mexicano, López Obrador pudo trazar una estrategia a base de una narrativa que tenía en el centro la denuncia y a la vez, la promesa de combatir la corrupción. Así, tocando las fibras de las emociones de la sociedad y machacando en el discurso de poner un alto a la impunidad y a la corrupción, fue como pudo entusiasmar (¿o engatusar?) no solo a los marginados y/o afectados por el modelo neoliberal de los últimos años, sino incluso a una buena parte de la clase media harta de la corrupción y la impunidad de la clase política tradicional; otra será la realidad ya en el poder, pero aun la narrativa la mantiene y los dirigentes de Morena lo repiten como un mantra, pese a los actos señalados y comprobados de corrupción y opacidad, tanto de los dirigentes como de funcionarios en los tres niveles de gobiernos morenistas.
Es claro que los partidos políticos, no solo en México sino en el mundo, ya no son lo que eran ni lo volverán a ser, la evolución está justo en proceso, con un enorme grado de desideologización, pero también de la búsqueda de una estructura organizativa que deje atrás los rígidos sistemas piramidales y combine con formas más horizontales, característico de los movimientos sociales.
El grado de autocratización que sufre la, de por sí, débil democracia mexicana en medio de la crisis de los partidos tradicionales, es una de las debilidades de Morena, también porque la imposición de su agenda por su único y verdadero líder, tal como: dirigentes, candidaturas, agenda legislativa, discurso, etcétera, no hay ni actores ni estructuras formales que lo suplanten o que se atrevan a contradecir. Por ello, de cara a 2024 donde, sin duda, su propósito único es ganar la presidencia, López no garantiza que no se dé el fratricidio que se pueda dar al imponer a su sucesor o sucesora y mucho menos, la continuidad de la fuerza de su movimiento en el largo plazo, al dejarlos huérfanos a sus tribus ya en formación o claramente ya alineados con los potenciales candidatos en la sucesión.
La forma nada democrática en que la experiencia reciente (la elección de consejeros) muestra la manera en que se disputan los cargos para los órganos partidarios y la anulación que tuvieron que hacer por la suma de tropelías evidenciadas entre ellos mismos y a la luz de la opinión pública nacional, es solo una muestra más de cómo ya, desde la ‘elección’ del actual presidente formal, se dio contra la candidatura de Porfirio Muñoz Ledo. Si entre ellos se roban urnas, compran votos, acarrean simpatizantes, ‘afilian’ militantes al vapor, se agarran a golpes, amenazan a beneficiarios de los programas sociales, y usan estos y la estructura de la Secretaría de Bienestar, etcétera, etcétera, qué no harán frente a los que consideran sus adversarios políticos, por más escuálidos que estén esos partidos o militantes de la oposición?
Morena representa un retroceso en el sistema de partidos y por tanto, en la democracia, es producto de la desafección social con los partidos y la irritación contra la clase política tradicionales pero nunca un avance en la democracia mexicana. El hecho de que la partidocracia haya producido este engendro debe ser un acicate para crear un gran movimiento político, para encontrar con más democracia y organización moderna, una salida más temprano que tarde al actual momento de amenaza a la democracia.