Estamos a un mes de que los mexicanos acudamos a las urnas en las elecciones más grandes de la historia de nuestro país, unas elecciones en donde cada una de las entidades de la Federación tendrá cuando menos también una elección local. Este dato me parece muy relevante, más allá de los números de cargos (que por lo demás son muchos y muy importantes a nivel local), creo que hasta hoy las deslucidas campañas a la presidencia de la República no han ganado la conversación de la sociedad, y lo dicen los mismos datos del INE, que por lo demás se ven además hasta abultados, pero dijo que el primer debate por la Presidencia de la República lo vieron 11 millones de mexicanos, cuando el padrón electoral es de 100 millones, como que no son pues números para presumir, amén de la lluvia de críticas que la autoridad electoral recibió por la pésima producción y el alto costo del evento, queda entonces claro que interesados, interesados, los ciudadanos no están en conocer las propuestas de las candidatas. Veremos esta semana cuál es el reporte del segundo debate.
Pero señalaba arriba que me parece que las elecciones locales no han sido valoradas a plenitud, independientemente de los cargos a elegir o de si hablamos de una u otra entidad en particular, porque creo que es en lo local, donde la violencia e inseguridad se palman de una manera más cruda y donde por lo reducido del entorno, las víctimas son conocidas y esa solidaridad o ese dolor se da en una relación social, ya sea por ser familiares o conocidos, y se sabe también si está siendo extorsionada o si su negocio cerró por no ser ya rentable por el pago de ‘derecho de piso’ o si una persona fue levantada a la fuerza, incorporándolo a actividades delictivas o si le arrebataron ya su rancho o su parcela o si le están cobrando ‘cuota’ por la venta de su ganado o muchos etcéteras de las modalidades que la delincuencia ahora tiene para extorsión con el uso de la violencia a los ciudadanos, y al ser un entorno más cercano, puedan, en la soledad de la urna y como protesta a esta terrible situación de inseguridad y violencia, que quieran verdaderamente un cambio de la realidad actual y el voto sea entonces un voto de castigo al gobierno federal y su partido.
Es también posible que la misma presencia y presiones de la delincuencia lleven al ciudadano a un abstencionismo y no querer ‘correr riesgos’ de acudir a votar por si hay violencia y preferir quedarse en casa, pero si es el caso sepa desde ahora el ciudadano que las cosas no solo seguirán igual sino que irán a mayores porque el crimen organizado se sentirá más empoderado y sin duda, la inseguridad y la violencia no bajarán sino que los cambios de gobierno a los niveles locales históricamente, casi siempre, tienen un recrudecimiento por los cambios de mandos policiacos y en algunos casos, se aprovecha esta coyuntura para una mayor disputa de las plazas por parte de los de los cárteles, así es que si se diera el caso de un voto masivo (en un rango del 70 por ciento de participación electoral), el resultado puede ser una gran sorpresa porque los votos serían contra Morena y sus aliados, y de forma general y no de votos cruzados por candidatura, de las elecciones concurrentes.
En ese entorno local, los ciudadanos conocen a la perfección la forma de colusión de las autoridades con los delincuentes y es ahora la oportunidad de cambiar esa realidad, cambiando a esos malos funcionarios con el instrumento de la democracia que es el voto.
Ha quedado más que claro, en lo que va del proceso electoral, que la delincuencia está eliminando (asesinando) a aquellos actores políticos que no quiere que participen, o la renuncia masiva de aspirantes también por las presiones de los cárteles, así lo revelan los más de 500 ataques contra políticos. En un contexto de violencia generalizada por los 185 mil asesinatos que van en el sexenio de López Obrador y los 100 mil desaparecidos, definitivamente que no es fácil realizar en muchas partes del territorio nacional unas campañas ‘normales’, como un país democrático lo haría, pero es también cierto que votar para cambiar esta cruda y terrible realidad es la única opción que se tiene y no hay más. También es cierto que las autoridades electorales se empeñan por su quehacer en demostrar que no están a la altura que demanda el reto electoral, pero hasta momento del proceso más nos vale a todos los ciudadanos, partidos políticos, medios de comunicación y organizaciones de la sociedad colaborar para que salga lo mejor que se pueda.
Las descaradas, abusivas, permanentes y sobre todo, ilegales intervenciones del presidente en el proceso electoral y la manera de no acatar ninguna de más de 30 amonestaciones que la autoridad electoral le ha hecho, tampoco es una buena señal porque ante un escenario de derrota de su partido es más que claro que López Obrador sería el primero en encabezar el no reconocimiento a un triunfo de la oposición y eso metería al país en un escenario de violencia social e incertidumbre institucional.
Sabemos bien que el voto en los electores es emocional y no racional en su gran mayoría, aquí y en cualquier parte del mundo, sabemos también que las democracias viven en un contexto de polarización por el populismo y de mala salud, pero mantener la oportunidad de votar aún, los mexicanos tenemos y debemos aprovecharlo al máximo como forma no solo de protesta y de rebelión contra la realidad que se vive sino también como apuesta de un futuro mejor, con una democracia más estable y con un Estado constitucional de derecho que nos permita vivir mejor.