Samuel Aguilar Solis

El tecnopopulismo mexicano

En esta nueva forma de gobierno se juntan los tecnócratas que se dicen dueños de la verdad y el populista que se asume como representante único del pueblo.

Los resultados electorales del pasado 2 de junio, de manera preponderante se convirtieron en un referéndum sobre el populismo de López Obrador y al final del día nos expresan muchas cosas, a saber: 39 millones de mexicanos inscritos en el padrón electoral no participaron, lo cual refleja la necesidad de replantear si urge y con qué medidas punitivas obligar al voto a los mexicanos que cuentan con la edad para hacerlo; cerca de 36 millones optaron por respaldar la continuidad del populismo autocrático y 25 millones optaron por la oposición partidaria , incluyendo a Movimiento Ciudadano ( MC), por lo cual de manera puntual, al próximo gobierno alrededor de 64 millones NO le dieron su voto. Así son los números, los demás es propaganda.

Las reglas de la democracia constitucional señalan que quien cuente con la mayoría de los votos válidos obtiene el triunfo, pero deja a salvo los derechos de las minorías para que continúen en el juego democrático y abierta la posibilidad de que en unas elecciones futuras puedan, si el voto de la mayoría lo decide, convertirse en gobierno. Pero eso en un sistema donde se respeten las reglas de la democracia, que además mantiene conforme a la Constitución una separación de los poderes del Estado. Sin embargo lo que ahora se proyecta de parte del obradorato, no es ni uno ni lo otro, me explico.

La manera como se perfila el Congreso daría una sobrerrepresentación a Morena y sus acólitos, con toda la complicidad de las autoridades electorales, algo no solo indigno de organismos autónomos sino que con su actuar dará como resultado una traición a la voluntad popular expresada en las urnas, ya que con dicha composición fraudulenta hace una forma de supeditación absoluta del Poder Legislativo a la Presidencia y deja uno de los poderes del Estado como una oficialía de partes legislativa y con la encomienda de que sean además los verdugos del otro poder del Estado, el Judicial, lo que llevaría a un sistema de gobierno obviamente NO democrático, sino a una autocracia, que bajo la narrativa del poder es un populismo autocrático. Sin embargo, el adelanto del futuro gabinete tendría un cambio de forma a lo que se conoce como el tecnopopulismo.

En el llamado tecnopopulismo se conjugan, tanto de parte de los tecnócratas como de los populistas, su desprecio por los análisis racionales con discusión y la búsqueda de acuerdos por consensos, lo cual lleva a concebir para los tecnócratas que el Congreso es espacio de pérdida de tiempo por tanta discusión, y además con un nivel de ignorancia de los legisladores que por ello los llevaría a aprobar malas leyes que pueden resultar en pésimas políticas públicas; por lo mismo, es solo un trámite que habría que cubrir si y solo si obedecen la consigna de “no le cambien una coma”. Aquí en esta nueva forma de gobierno se juntan los tecnócratas que se dicen dueños de la verdad y el populista que se asume él y solo él como representante único del pueblo, donde el pueblo es solo quien lo sigue más como fieles y no quien disiente; la polarización la hace solo reduciendo la gran pluralidad de la sociedad en dos: el ‘pueblo bueno’ que él encarna y los otros, los que no están de acuerdo con su liderazgo. El tecnopopulismo no admite críticas ciudadanas, desprecias las ideologías y convierten los programas y políticas públicas en formas personalista de otorgamiento de esos recursos con formas directas sin intermediarios, para que el personal del gobierno tenga como discurso en la entrega de los programas y recursos ‘te lo manda el presidente’ y afianzar las lealtades.

Vivimos sin duda un desprestigio de actores políticos tradicionales (clase política y partidos políticos) y de instituciones como el Congreso o Poder Judicial y es el espacio que el populismo ha aprovechado para, usando el resentimiento de grupos sociales, poder construir su ‘pueblo bueno’ y lograr mantenerse en el poder a base de dádivas, pero a costa de la destrucción de instituciones democráticas, si no es que de la propia democracia.

Ahora con la presentación de algunos miembros de lo que será el fututo gabinete, queda claro que asistimos a este tecnopopulismo mexicano donde los oportunistas mediáticos, algunos actores políticos de la ‘oposición’ y las cúpulas empresariales se regodean en los currículums de los ungidos, dan el ‘beneficio de la duda’ sin importar el análisis de fondo de los verdaderos peligros para la democracia constitucional , ya que no olvidemos que algunos de estos ‘presentados’ como futuros secretarios de despacho formaron o aún forman parte del obradorato, y que su lealtad a López Obrador es justo lo que los mantiene con vida política. En el caso de los dueños del dinero esos no tienen más que intereses, sus intereses, y así se ha visto la complicidad de la oligarquía siempre, con ellos no hay novedad. No nos distraigamos, la democracia sigue en grave peligro.

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