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La Cuarta Transcorrupción

AMLO cumple fehacientemente aquello de que mucho se presume aquello de lo que se carece.

“Nada de que el presidente no sabe, el presidente no se enteró, el presidente no tiene buenos colaboradores, lo engañan, el presidente es bueno pero sus funcionarios no le ayudan, son corruptos. Mentira, el presidente de México se entera de todo y no hay un negocio jugoso que se haga sin el visto bueno del presidente, para que quede claro. Si hacen una transa grande, grande, grande, es porque el presidente lo permitió”.

Duras palabras sobre el Presidente de la República y la corrupción en México, más todavía porque las pronunció Andrés Manuel López Obrador a fines de noviembre de 2019 en Guachochi, Chihuahua, tras casi un año de haberse calzado la banda presidencial.

Fueron las palabras de un cínico que no conoce la vergüenza y que espera que millones le sigan creyendo su cuento de que es honesto. Por supuesto AMLO no deseaba comunicar que permitía las grandes transas, sino que las combatía. Era buscar convencer a su auditorio que los “negocios jugosos” ya no ocurrían, evidentemente gracias a su vigilancia.

AMLO cumple fehacientemente aquello de que mucho se presume aquello de lo que se carece. Y entre sus numerosas carencias está la honestidad en el manejo de los recursos públicos. Encabeza, por el contrario, una administración podrida hasta la médula.

Lo evidente es que hay muchas transas chicas, medianas y grandes, y que el oriundo de Tepetitán es parte activa o pasiva en las mismas. Los funcionarios en todos los niveles saben que hay permiso para robar a manos llenas, y que realmente no hay que ser muy discretos al respecto, pero, eso sí, tener absoluta lealtad hacia Obrador. Lo que realmente valora y premia el titular del Ejecutivo es el servilismo.

El error de la defenestrada titular de la Secretaría de la Función Pública no fue combatir inadecuadamente la corrupción. Al contrario, aparecía cumplidamente en las mañaneras para investigar y exonerar a los amigos del jefe o bien para anunciar que se investigaba a los enemigos, y orillar a una renuncia o presionar a un medio incómodo. Sobre todo, fue una eficaz tapadera para los miembros de la 4T, en tanto reproducía con el mismo cinismo el discurso de la honestidad.

Pero Irma Sandoval, la llamada Robespierre, encontró igualmente el final del camino en la guillotina. No por acumular bienes raíces (al parecer uno de los deportes favoritos entre funcionarios obradoristas) sino pretender que su hermano fuese Gobernador de Guerrero en lugar del compadre del patrón, torpedeando exitosamente esa candidatura.

El cambio ministerial no implicará, por ello, nada en el combate a la corrupción. Los recursos seguirán desapareciendo entre las compras infladas, los contratos asignados a dedo a empresas registradas poco antes en un terreno baldío y los programas sin padrones o control presupuestal alguno. Algo de ese pus seguirá explotando en público, pero gracias a los medios de comunicación y redes sociales que Obrador detesta tanto. Interrogado en la mañanera sobre el más reciente escándalo, proclamará que se investigará y que es el Presidente más atacado desde Francisco I. Madero. Peor si la acusación toca directamente a un miembro de su familia. Finalmente, no pasará nada, consolidando la certeza que la robadera puede seguir sin problemas, mientras que el Presidente proclama que está combatiendo la corrupción como nadie.

Serán los epitafios finales del gobierno obradorista: ineptitud y raterías en torno a un mesías que nunca se cansó de presumir de lo que carecía.

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