Será una de las estadísticas que resumirá el desastre económico de Andrés Manuel López Obrador: el crecimiento acumulado en sus seis años de gobierno. Ya van casi cuatro, y los pronósticos del Fondo Monetario Internacional para los dos restantes apuntan a una cifra total de 1.1 por ciento, un crecimiento anual ligeramente inferior a 0.2 por ciento. Pero considerando el aumento poblacional, dicho agregado entra con fuerza en el terreno negativo: -4.2 por ciento.
El hombre que se cansó de criticar el crecimiento de 2.0 por ciento anual durante sus años de candidato entregará una décima parte de lo que tanto denostaba. Quien redactó su propio Plan Nacional de Desarrolló y ofreció una expansión de la economía siempre al alza, cerrando los dos últimos años en 6 por ciento anual, ya hubiera querido acumular esa cifra en todo su gobierno.
En términos de PIB por habitante, las cuentas que entregará presentan un triste contraste con esa larga era neoliberal que tanto le encanta criticar. Con su principal exponente, el “innombrable” de Carlos Salinas de Gortari, el producto por habitante aumentó en su sexenio 14.1 por ciento. Ernesto Zedillo, con todo y la crisis de 1995 y el tan criticado Fobaproa, 10.9 por ciento. Vicente Fox acumuló 3.4 por ciento y Felipe Calderón, que enfrentó la Crisis Financiera Global, también logró un registro positivo, con 1.4 por ciento. Enrique Peña Nieto aumentó la cifra a 7.6 por ciento. No son números espectaculares cuando se compara con otras naciones, pero implicaron una mejora que contrasta con el retroceso que entregará el de Macuspana.
Por eso el inquilino de Palacio borró muy pronto de su discurso la obsesión por el crecimiento del PIB que mostró como candidato. Que no era importante, porque lo relevante era la felicidad del pueblo, y que pronto presentaría un indicador alternativo de bienestar (que nunca produjo). Vino en cambio el discurso de que la pobreza era digna, que bastaba tener un par de zapatos, que el objetivo de su administración era lograr una pobreza franciscana. Esto mientras su parentela y colaboradores se hinchan de dinero y AMLO ha sido mostrado como el voraz receptor de sobres, bolsas y maletas a reventar de efectivo (y que acepta, pero que eran para el “Movimiento”). Ya se sabe lo que sigue a continuación: dice “nosotros no somos iguales”, que es el Presidente más atacado de la historia, y saca el pañuelito blanco.
Quizá por eso encontró en la pandemia un desastre humanitario que le venía como anillo al dedo. El Covid-19 era algo global y no se le podría culpar de esa brutal crisis. Pero sus acciones agravaron la catástrofe, porque rehusó usar el gasto público para compensar parcialmente la impresionante contracción económica. Que no usaría dinero para salvar empleos, porque eso implicaba ayudar a empresarios. ¿Dinero directamente a las personas? Que eso ya se hacía con sus programas sociales, mientras que ofrecía que pronto habría un sistema de salud como en Dinamarca.
Por ello tantos países se han recuperado económicamente del Covid, pero no México. El 1.1 por ciento del periodo 2019-2024 coloca al país en la posición 149 de 161 países con una estadística comparable del FMI. Guinea Ecuatorial, Libia y, por supuesto, Rusia destacan entre las naciones con todavía peor registro.
Con ese patético resultado se marchará a su rancho, aunque sin problemas de efectivo. Ciertamente, dejará a decenas de millones hundidos en esa pobreza que tanto le gusta pregonar (para otros). Ya se sabe que la riqueza y el crecimiento económico son para los aspiracionistas y neoliberales.