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AMLO es la mayor amenaza del peso

La necedad presidencial de destruir la democracia, de imponer un nuevo sexenio de Morena, puede llevar a tal incertidumbre política que cause el desplome del peso.

Es lo poco que tiene para presumir a nivel económico. ¿El crecimiento? Dijo en su Plan Nacional de Desarrollo que promediaría 4 por ciento anual, pero en los primeros cuatro años la cifra es negativa. ¿Primero los pobres? Han aumentado, en parte por la pandemia, más por una política social demagógica que reparte pensiones hasta a los ricos. ¿El sistema de salud como Dinamarca? Duro y dale, año tras año, que ya mero llega. Sus tres obras emblemáticas son un desastre, y probablemente lo sabe (nunca debe subestimarse su capacidad para evadir la realidad).

La variable macroeconómica que le queda a Andrés Manuel López Obrador es el tipo de cambio. Es territorio familiar, pues lo ubica en la década de 1970 y la última etapa de tipo de cambio fijo. Es, como el petróleo, obsesión de su temprana adultez. No se cansa de presentar el precio del peso en dólares como termómetro del progreso nacional, al menos cuando este le es favorable, como ha sido en meses recientes.

Sin duda, una moneda fuerte refleja una economía fuerte. Pero esto es en un largo plazo. El marco alemán (antecesor del euro), franco suizo, dólar de Singapur, libra esterlina y yen japonés, entre otros, son ejemplos destacados de ello. Fueron años, muchos, de alta productividad y baja inflación, las dos condiciones obligadas para que una moneda pase a ser una divisa, esto es, muy usada internacionalmente. En esa dirección está la moneda china.

Ni siquiera un sexenio de elevado crecimiento y baja inflación habría catapultado al peso a nivel de divisa, pero eso no importa para el inquilino de Palacio Nacional con su fijación en una paridad nominal que se explica, no por su política económica, sino por la dura política monetaria del Banco de México (que es autónomo), además de un elevado precio del petróleo.

Ya se sabe que el tabasqueño no es tímido a la hora de las exageraciones y las mentiras. Son, finalmente, sus “otros datos”. En reciente tuit dijo que el peso durante su gobierno se había apreciado en lugar de depreciado, comparando con el cierre de Peña Nieto –sin tomar en cuenta, quizá ya lo olvidó, que éste había caído muy fuerte en semanas anteriores por su decisión (a mediados de octubre 2018) de cancelar el aeropuerto de Texcoco. López Obrador tumbó al peso poco antes de tomar posesión, López Obrador festeja que el peso hoy está más fuerte que cuando inició el gobierno. ¿En cuánto estaba el tipo de cambio antes de que fuese golpeado por AMLO? En 18.76 por dólar, la cifra con la que verdaderamente debería comparar el tabasqueño en términos nominales.

No lo hace porque es el único clavo al que puede aferrarse, y que finalmente será otro más en el ataúd económico de su sexenio. Historiador mediocre y selectivo, AMLO presume que el peso no observaba un comportamiento similar desde hace 50 años: tendría que recordar qué pasó, precisamente, en 1976 y 1982 con sus dos antecesores que trataron de hacer de la paridad un fetiche intocable.

Le quedan 21 meses de gobierno con un peso flotante y que no se atreve (afortunadamente) a fijar. La ironía final es que la mayor amenaza al peso no es otra que su propio adorador. Si desconoció el resultado electoral en 2006 y 2012, bien puede hacerlo en 2024. La necedad presidencial de destruir la democracia desde adentro, de imponer un nuevo sexenio de Morena, puede llevar a tal incertidumbre política que cause el desplome de la paridad. Como en tantas ocasiones, y la moneda no es la excepción, AMLO es su peor enemigo.

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