Solo le quedan 10 meses, pero sin duda serán extraordinarios. Un gobierno histórico y transformacional el que ha experimentado México con Andrés Manuel López Obrador. Por fin, tras décadas del negro neoliberalismo y una clase política rapiñera, llegó un líder genuinamente preocupado por los que menos tienen, obstinado en rescatar la soberanía nacional y restaurar la dignidad en el quehacer público. Un hombre que ha entregado todo por el país sin esperar nada a cambio excepto la satisfacción del deber cumplido.
Nadie como AMLO ha sabido canalizar los recursos de la nación. Entendió perfectamente que el petróleo corre por la historia y las venas de México. No se trataba de algo tan banal como una cuestión financiera, sino de orgullo y soberanía. Logró lo impensable: Petróleos Mexicanos se ha convertido, de nuevo, en palanca de desarrollo económico. Ha costado decenas de miles de millones de dólares, pero se trataba de aumentar la producción petrolera y sobre todo ser autosuficientes en gasolina. Solo un patriota como AMLO podía entender que lo que estaba en juego era la independencia económica de la nación y no estar dependiendo de esas refinerías ubicadas en tierras extranjeras.
Por eso Olmeca-Dos Bocas es mucho más que un complejo de refinación; es un monumento a la soberanía. Los 27 mil millones de dólares que ha costado hasta el momento valen el hecho de que los mexicanos podrán llenar sus tanques con gasolina hecha en Tabasco, la patria chica del nuevo Lázaro Cárdenas. Hasta el momento no se ha obtenido un solo litro, cierto, pero cuando este finalmente salga de esas impresionantes tuberías, se abrirá un capítulo histórico.
Solo un líder como AMLO tuvo el genio de descubrir esa fuerza que el país tenía desperdiciada: el ejército. Hoy soldados y marinos construyen aeropuertos y los administran, aparte de haber llevado con éxito el impresionante proyecto del Tren Maya, y son quienes reconstruyeron de la nada Mexicana de Aviación. Que esos proyectos requieran subsidios sin fin no importa, es dinero que la nación entregará generosamente al pueblo uniformado (qué hermosa expresión del Presidente) a cambio de sus servicios.
El Tren Maya merece mención aparte. La brillantez de AMLO fue ver vías de tren y hoteles donde antes solo había selva, jaguares y cenotes. Derribar 10 millones de árboles, contaminar los ríos subterráneos de Yucatán con pilotes, fue un costo ínfimo. Valió la pena para ofrecer a los habitantes de la Península de Yucatán la posibilidad de viajar lentamente y degustar un panini de jamón de pavo o una baguette mediterránea junto con un Jugo del Valle y un gansito de postre. Todo por tan solo 30 mil millones de dólares, solo cuatro veces el costo estimado originalmente.
Un dinero aprovechado al máximo porque el Presidente, como presume frecuentemente, es incorruptible. El gobierno mexicano es ahora, gracias a AMLO, catalogado como el menos corrupto del mundo, desplazando a Dinamarca a segundo lugar. Los daneses están molestos, y más porque el sistema de salud mexicano es ahora mejor que el suyo. Qué satisfacción para AMLO ver esos hospitales y clínicas que construyó, esas medicinas que rebosan en los anaqueles, toda consulta, tratamiento y cirugía gratuitas.
Solo hay un elemento de tristeza hoy en México: que López Obrador, un demócrata maderista, haya rehusado reelegirse. Pero nadie es perfecto.
* Columna escrita el 28 de diciembre, Día de los Santos Inocentes.