Una niña de seis años camina sola por una calle de Tijuana. ¿Dónde están sus padres? No están lejos: se encuentran en el coche del que se bajó la niña, pero los dos están muertos. Fueron asesinados a disparos mientras esperaban en un semáforo, los homicidas en una motocicleta. Otra niña de siete años sí está junto con su madre, ambas muertas y embolsadas en Jantetelco, Morelos. Un padre y su hijo graban un intento de asaltarlos; los ladrones los alcanzan y matan al hijo a balazos.
Un panadero ya anciano tuvo más suerte. Solo acabó golpeado, su mercancía en el suelo y sin su celular así como los pocos pesos que había ganado en el día. Cometió el error de resistirse al robo. No fue tan afortunada una cajera que trabajaba en una Farmacia Guadalajara; un balazo en la cabeza terminó con su vida.
En México los muertos hace mucho que dejaron de ser noticia. Lo que trasciende por unas horas es algo particularmente triste o aterrador en torno a quienes pasaron a engrosar la estadística, que estará entre 85 y 100 muertos, un día sí y otro también. Los periodistas de nota roja tienen abundancia de material para escoger. Entre los negocios que prosperan en el México actual están las funerarias y florerías.
Si un muerto es una tragedia y 100 muertos una estadística, ¿qué serán alrededor de 190 mil cadáveres? La simple suma de los balazos, aparte de otras armas letales, que no respondieron a los brazos abiertos de Andrés Manuel López Obrador.
Muertos que en muchas ocasiones a lo largo de los años han molestado profundamente al Presidente, quien ha manifestado que sus enemigos tratan de dañarlo con tanto difunto. La principal víctima del matadero que es México es AMLO, a quien están afectando sistemáticamente con esa pila de cadáveres que cada día llega más alto.
Porque no entienden que la estrategia para acabar con el crimen funcionará, de hecho es absolutamente brillante como todo aquello que proviene de la mente del tabasqueño. El gobierno ofrece abrazos a los grupos criminales y aparte becas y pensiones a jóvenes y ancianos. Si los pobres optaban por una vida en la delincuencia no era por maldad, sino por necesidad. De hecho la gente pobre es honesta y decente por naturaleza, pero el neoliberalismo no les dejaba más opción que unirse a los grupos criminales buscando sobrevivir. Por eso las becas y pensiones desfondan lo que a López Obrador le gusta definir como la ‘base social’ del crimen. Ya los jóvenes pueden ahora estudiar o trabajar en la gloriosa era del HMO: Humanismo Mexicano Obradorista. Sin esa base de personas necesitadas, las pirámides de esas bandas se van derrumbando.
Los integrantes de los cárteles y grupos criminales se comportarán finalmente como lo que son: seres humanos que merecen ser tratados con respeto. Porque la violencia no debe responderse con más violencia, sino con una mano tendida y un abrazo de paz. Si el gobierno se obstinara en una estrategia de ojo por ojo, todos acabarían ciegos.
Ciertamente no ha funcionado como se esperaba, pero lo hará. Han pasado ya cinco años y medio, pero la revolución de la conciencias requiere tiempo. Pero además el pueblo, bueno y sabio por definición, acaba de avalar en forma aplastante la continuación de esa extraordinaria transformación, ahora en la persona de Claudia Sheinbaum. Sí, muchos partos implican sangre y dolor, pero todo proceso de cambio significa costos que es imperativo aceptar. México está listo para construir un segundo piso de cadáveres.