Prometió, fantaseó, llegó a la presidencia, hizo y siguió fantaseando. Por años López Obrador ha tenido un pie en un mundo paralelo que no existe y otro en la realidad, en muchas ocasiones cojeando en uno o el otro. En el cierre de su sexenio tiene muchas obsesiones, una de las más evidentes enfatizar lo maravilloso que fue su gobierno, sus extraordinarias acciones y obras. Sigue brincando entre lo que fueron sus promesas, su abundante imaginación en ese mundo de caramelo, y la realidad. Ya tiene además una caja de resonancia: Claudia Sheinbaum se ha dedicado a enfatizar lo que presume su padre político con la fuerza de la convicción, la subordinación o la abyección.
AMLO nunca se cansó de criticar el bajo crecimiento de la era neoliberal, y con razón: un promedio de 2 por ciento anual era muy bajo, México necesitaba mucho más. Ofreció que en su sexenio el crecimiento promedio anual sería el doble, 4 por ciento, y que en su último año la economía estaría creciendo a un fulgurante 6 por ciento, la cúspide de una continuada aceleración. La realidad fue distinta: en 2024 se espera un crecimiento de alrededor de 1.5 por ciento, siguiendo una tendencia de declive a partir de 2021. La pandemia no fue su culpa, pero la pobre recuperación, sí. ¿El promedio del sexenio? Será entre 0.9 por ciento y 1.0 por ciento, la mitad (o menos) del tan denostado ‘periodo neoliberal’ ¿Qué dice AMLO al respecto? Nada, hace mucho que argumentó que el crecimiento no importa.
México iba a crecer mucho, pero además sin déficit en sus finanzas ni acumulando más deuda. Lo ofreció en campaña y en la presidencia, reiteradamente: se gastaría lo que ingresaba, nada más. Siempre despotricando contra la deuda que había heredado. Nunca cumplió. No solo tuvo déficit desde el primer año, sino que se gastó cuanto fondo de contingencia y fideicomiso encontró a su paso. Saqueó el futuro para financiar sus obras faraónicas, y además sin terminarlas. ¿Austeridad republicana? Así llamó a recortar gasto de un lado para gastar en sus prioridades.
Macario Schettino fue el único analista que previó que se acabaría el dinero y que explotaría el déficit en 2024. Se espera que este año el desequilibrio presupuestal sea mayor al 6 por ciento del PIB, el mayor nivel desde 1989. La deuda superará el 50 por ciento del Producto, alrededor de cinco puntos arriba de la recibida en 2018. ¿Cómo lo justifica? Cambiando lo que dice que dijo. De no tener deuda hizo un salto mortal y dijo que la promesa era que la deuda se mantendría constante como proporción del Producto. Como tampoco cumplió con eso, ahora pasa a decir que creció menos que con sus predecesores (olvidando, convenientemente, que con Salinas, Zedillo y Fox la deuda se redujo).
Lo mismo con Pemex, petróleo y gasolina. La producción iba a aumentar dramáticamente. Dos Bocas se construiría con rapidez y muy barata, máximo con 8 mil millones de dólares. Pemex ganaría dinero desde 2021. Todo esto permitiría que la gasolina se abaratara. Dos Bocas va en 25 mil millones y el mesías del petróleo sigue necio que ya merito saldrá gasolina de esas tuberías. Pemex es un lastre brutal por sus pérdidas astronómicas, en mucho explicadas precisamente por refinación. ¿Y la gasolina barata? Pasó a decir que lo que había prometido es que el precio no aumentaría en términos reales.
Mejor no hablar de tener un sistema de salud como en Dinamarca y muchos otros temas. Así el sexenio de la fantasía de López Obrador. A su sucesora le corresponderá la resaca tras la borrachera que ella sigue festejando.