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100 días de Sheinbaum Gatopardo

Una nueva persona preside el gobierno mexicano mientras que todo se mantiene inalterado.

¿Quién manda en México? Claudia Sheinbaum Pardo tiene la oficina en Palacio Nacional, se sienta en la silla adornada con el águila y la serpiente, se cruza sobre el pecho la banda tricolor y puede ostentarse como presidenta. Proyecto, acciones y políticas siguen siendo de López Obrador. Por 100 días, la doctora se ha mostrado como una obediente ejecutora del licenciado. La subordinación intelectual y ejecutiva que lleva ya un cuarto de siglo, desde que el tabasqueño nombró a la física de la UNAM como parte de su gabinete en el gobierno capitalino, se mantiene.

Lo más grave ha sido la aprobación, por el igualmente sumiso Congreso, del llamado “Plan C”. Lo que era un berrinche del entonces inquilino de Palacio Nacional ante las instituciones de la era democrática, destacando el Poder Judicial, INAI e INE, un conjunto de propuestas que exudaban rencor y revanchismo, se convirtieron de golpe en algo viable tras la victoria electoral de Morena. A la supermayoría artificial que se logró por medio del INE y el Tribunal Electoral, se sumaron los pocos votos que faltaban en el Senado por medio de coacción o cooptación.

Recién electa, Sheinbaum hizo un mínimo intento por frenar la locura, para ser inmediatamente puesta en su lugar por el todavía presidente. Desde entonces, los cambios constitucionales fueron aprobados por Morena y sus satélites como le gusta a AMLO: sin cambiarle una sola coma a lo que había propuesto. Una democracia construida a lo largo de 30 años fue efectivamente derruida en cuestión de semanas. Faltan acciones importantes, como será el nuevo régimen electoral y el circo de la elección de los nuevos jueces, magistrados y ministros, pero la regresión autoritaria está consumada. México se asemeja hoy a una democracia tan sólida y vigorosa como Nicaragua.

En el ámbito económico, Sheinbaum ha mantenido los elefantes blancos del obradorismo. El fracaso del Tren Maya ahora será doble, puesto que quiere agregar trenes de carga a los de pasajeros, aparte de nuevas (y costosas) rutas. Con respecto a Pemex pretende (por ilusorio que ello sea) mantener la plataforma de producción, en tanto se sigue tirando dinero en refinación, particularmente buscando terminar ese agujero negro presupuestal llamado Dos Bocas. Por el momento, el fracaso del AIFA ha sido evidenciado, de nuevo, con el desastre de otro elefante blanco: Mexicana de Aviación, otra muestra más de que un gobierno no suele ser el mejor administrador.

A ello se agrega un Presupuesto de Egresos con supuestos extremadamente irrealistas, destacadamente en materia de crecimiento y tipo de cambio. Las cifras disponibles apuntan en otra dirección: desplome de la inversión extranjera y de la creación de empleos. En todo 2024, el empleo formal aumentó solo 1.0 por ciento. Excluyendo el atípico período de la pandemia, la cifra más baja desde febrero de 2010. En cuestión de empleo, Sheinbaum ha sido, ahí sí, algo innovadora: AMLO golpeaba a las empresas energéticas y ahora ella se ha enfocado en las plataformas digitales.

Una nueva persona preside el gobierno mexicano mientras que todo se mantiene inalterado, desde las mañaneras hasta el estilo burlón y los pleitos que AMLO gratuitamente compró. Ahí está Claudia en el Salón de la Tesorería, buscando responder a las pullas de Donald Trump con burlas o exigiendo a España disculpas. Como el tabasqueño, esperará en vano los años de su mandato.

Y como el gatopardo, en 100 días todo ha cambiado para seguir igual.

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