Econokafka

Tres Trump vs. una Sheinbaum pasmada

Hay tres Trump, y no es claro con cuál en estos momentos está tratando el gobierno mexicano.

Donald Trump ha tenido a México como su piñata favorita por ya una década, desde que hizo pública su aspiración por llegar a la Casa Blanca. Entonces criticaba a los migrantes del país, incluso como ladrones y violadores. Hoy de regreso como presidente, sigue haciendo lo mismo. Su discurso será incendiario, xenófobo y plagado de falsedades; no importa, a millones de estadounidenses les encanta y votaron de nuevo por su persona. Ahora les está cumpliendo.

Claudia Sheinbaum, por su parte, está pasmada, sin saber cómo enfrentar las acciones de su homólogo. Parece creer que puede convencer a Trump de lo maravillosos que son los trabajadores mexicanos en su país (lo que es cierto) y que la economía nacional representa un complemento natural, entre otras razones por la mano de obra barata, para la industria estadounidense, haciendo de América del Norte un bloque productivo potente. Eso también es cierto, pero no nuevo. Se lo dijo Enrique Peña Nieto a Trump en Los Pinos (esa invitación tan criticada en su momento) y tampoco funcionó. Es un hombre con una mente excepcionalmente rígida y con él hay que lidiar porque está en una posición de fuerza. Otro problema que Sheinbaum no parece entender: en su homólogo, sí, pero en términos de poder no es su par. La cancha está excepcionalmente dispareja y favorece al gobierno estadounidense.

Pero, además, hay tres Trump, y no es claro con cuál en estos momentos está tratando el gobierno mexicano. El primero es el proteccionista, quien cree que con aranceles podrá reconstruir la base industrial de los Estados Unidos, el admirador del presidente William McKinley, conocido en su tiempo de legislador como el “Napoleón del Proteccionismo” por su pasión hacia los aranceles, tan parecida a la que presenta su sucesor un siglo más tarde.

Como McKinley, Trump es un acérrimo mercantilista, creyente en que las exportaciones son buenas, las importaciones algo que debe evitarse, y que por ende, un superávit comercial representa una fuente de riqueza. Por ello, concluye que Estados Unidos está siendo explotado por muchos países, desde China hasta México y Canadá, con los que tiene un déficit comercial. No hay forma de que entienda que ese déficit más que se compensa con otros flujos de divisas, por ejemplo de inversión extranjera.

Pero además hay otro Trump: el que cree que los aranceles representan una fuente potencial de ingreso jugosa que es imperativo explotar, por ejemplo, para reducir el desequilibrio en las finanzas públicas heredado de la administración Biden (y la suya propia). Su propio secretario del Tesoro, Scott Bessent, ha dicho que es hora de emular las políticas del primer titular de las finanzas estadounidenses, Alexander Hamilton, y recaudar mucho dinero por medio de aranceles. El detalle es que esto era lo habitual para muchos países, pero a fines del siglo XVIII.

Finalmente está el Trump negociador, el que considera que la amenaza de aranceles es un arma de negociación potente –como de hecho lo es–. Por eso no se cansa de lanzarla, sea contra Dinamarca porque quiere Groenlandia, que contra México y Canadá porque demanda menos drogas y migrantes ilegales pasando por sus fronteras.

Pero uno de esos Trump debe dominar y se desconoce cuál es ahora. En su primera administración fue el negociador, pero el recaudador es uno nuevo que no existía antes. Por otra parte, el proteccionista parece ser más fuerte. Esto mientras el gobierno de Sheinbaum está pasmado.

COLUMNAS ANTERIORES

Sheinbaum regresa al pasado
100 días de Sheinbaum Gatopardo

Las expresiones aquí vertidas son responsabilidad de quien firma esta columna de opinión y no necesariamente reflejan la postura editorial de El Financiero.