Puedes ser millonario y lo suficientemente cínico para visualizar en tu mente que todo tiene precio; que convertir a la pobreza en un negocio clientelar en nuevas tiendas de raya para sucursalizar y normalizar la compraventa de almas es una cuestión lógica por el orden natural de la realidad; puedes comprar puestos públicos y a gobiernos en turno, creando tu propia estructura de poder que le quita todo el solaz al poder gubernamental, y sí, todo eso se va volviendo peligrosamente normal.
Todo lo viejo que no termina de morir −parafraseando a Gramsci− y lo nuevo que no acaba de nacer se empaña por los poderosos de las chequeras que sin importar los nombres en el mundo, son en realidad un común denominador: señores feudales, hasta que alguien se atreve a denunciar, alguien se atreve a no normalizar y sobre todo se atreve a describir el acontecer palaciego del séquito de seres humanos que dependen de psicópatas con carteras infinitas.
Y así nace la novela de Sabina Berman, el fiel retrato de la decadencia del poder público arrendado a los designios de un individuo que sin ponerle nombre real, el seudónimo avisa que todos saben perfectamente bien quién es, incluso antes de leerla.
Como Sabina dice, HDP, −su más reciente novela− es un escrito que nació en su imaginación, pero se documentó con la realidad mexicana. No se necesita nada de ficción, simplemente es describir lo acontecido, sustituir nombres y el telón de la realidad ahí está.
Berman no puede normalizar, cómo el nuevo señor feudal que protagoniza su novela, en una emergencia colectiva -como la pandemia de la Covid 19-, Hugo David Prado hace que sus trabajadores paguen con su vida y con el sacrificio de su trabajo porque es urgente seguir echando a andar la maquinaria de los “abonos chiquitos”.
Hacer negocio con la pobreza para Prado, es usar un banco que cobra intereses, pero que no sabe pagar impuestos; que quiere vender préstamos en abonos y cobrar de por vida a millones de pobres.
“Siempre me han dado tristeza los perros, pensé, porque cuidan la mansión de su amo, pero siguen viviendo en la perrera”, así el aforismo magistral de Sabina, describe claramente la servidumbre moderna y el poder aquilatado que piensa que todo, absolutamente todo, forma parte de un nuevo centro comercial, en el que es posible comprar cuanta mercancía humana o material se aparezca.
El problema para Berman es que cuando todo tiene precio, ese todo empieza realmente a dejar de valer.
El acrónimo −HDP− desnuda nombre y apellido completo, título de su novela publicada por Planeta, que con el poder de su inventario de yates, mansiones, televisora incluida y una red de tiendas de raya modernas, van apuntalando la ambición desmedida de dominar todo, absolutamente todo.
No hay nada más peligroso que un rico que se aburre, porque ya no sabe cómo sustituir su poder de adrenalina de comprar para sentir que existe; arrendar poder con dinero y matar a millones de trabajadores con una lenta explotación hasta que una pandemia le sirve de pretexto perfecto para comenzar a fincar su misión máxima: comprar la presidencia de un país.
A todo gobierno de izquierda que no triunfa −piensa el magnate− le corresponde una derecha totalitaria y reaccionaria. El “Trump mexicano” va que vuela a intentar comprar la presidencia por sí o por medio de un tercero, sea hombre o mujer.
La lógica para el plan de David Prado, es que si una pandemia hizo que la desgracia colectiva de una pandemia se convirtiera en su fuente más importante de negocio personal y nadie del poder público lo cuestionó, el poder no solo lo siente cerca, sino lo acaricia como alcanzable fácilmente.
Sí, HDP, el nuevo libro de Berman, advierte sin recato “esto es una novela aunque se parezca a la realidad de forma asombrosa”. Leerla, es sinónimo de interés por comprender cómo a diario, México se acerca velozmente a convertir la ficción en realidad programada.