El Museo Tamayo Arte Contemporáneo de la Ciudad de México conmemoró su 41 aniversario el 29 de mayo, marcando cuatro décadas de destacada labor desde su apertura. Desde sus inicios, se ha dedicado a exhibir lo más relevante del arte vanguardista, el contemporáneo, tanto a nivel nacional como internacional. Con una amplia gama de exposiciones temporales y una constante renovación de su colección, este recinto ofrece un entorno propicio para un análisis enriquecedor, donde el arte impulsa la creación de nuevas soluciones a los desafíos que enfrenta nuestra comunidad, fomentando la creatividad, el pensamiento innovador y la expresión libre.
Rufino Tamayo, destacado pintor mexicano nacido el 25 de agosto de 1899 en la ciudad de Oaxaca, fue una figura central en este contexto. Su identidad y orígenes mixtos, que combinan la herencia zapoteca indígena y mestiza, tuvieron una influencia significativa en su visión artística y en el contenido de sus obras. A través de la representación de colores, texturas y culturas, Tamayo exploró tanto temas universales como personales, utilizando audazmente también la figura humana con gran sensibilidad.
Oaxaca estaba en él, no se limitó únicamente en su obra artística, sino que también impregnó su vida cotidiana. En su entorno, todo estaba saturado de la cultura mexicana. En cuanto a la cocina de su casa, aquellos que lo visitaban recuerdan los deliciosos platillos de la cocina tradicional mexicana que se servían en una mesa, siempre decorada con vajillas de talavera y papel picado.
Sin embargo, también había toques extranjeros que influenciaron su paladar y su gusto debido a numerosos viajes y estancias en el extranjero.
Se sabe que Olga, su fiel compañera, escribió recetarios a mano que todavía conservan sus descendientes. Aunque no he tenido la oportunidad de verlos personalmente, el maestro Juan Carlos Pereda, curador del Museo Tamayo desde hace 35 años, me contó acerca de algunos platillos que a Olga y a Tamayo les gustaban, donde se puede percibir la influencia de sus vivencias en algunos de ellos. Por ejemplo, el postre de zapote negro al que Olga añadía coñac, una bebida que, si bien se elabora en México con el nombre de brandy, el que ella utilizaba era de origen francés. No recuerda si también incluía el jugo de naranja característico de este tradicional postre mexicano.
También me cuenta sobre una combinación peculiar, al menos para mí, que les gustaba cenar: bolillo con frijoles a los que añadían sardinas, un pequeño pez que habita en casi todos los litorales y cuyo nombre tiene su origen en la Bahía de Cerdeña en Italia, donde estos peces eran muy abundantes. Se capturan a través de enormes embarcaciones, siendo la flota del estado de Sonora la más grande y la que mayor cantidad de sardinas produce en la República Mexicana. En nuestro país se comercializan enlatadas.
En ocasiones, cuando invitaban a su casa a ver una película, siempre ofrecían palomitas, una costumbre claramente influenciada por Estados Unidos. Aunque son un alimento que existe desde la época de los aztecas, que se calientan los granos secos de maíz y estallan, esta integración en la actividad cinematográfica es definitivamente una influencia estadounidense.
Sin embargo, su verdadera pasión culinaria como orgulloso oaxaqueño eran los moles, y su favorito era el conocido como el “amarillito” de Oaxaca. Este distintivo platillo se caracteriza por su color dorado y su sabor suave con un toque ligeramente picante. A diferencia de otros moles, no contiene chocolate ni chiles oscuros, lo que le confiere un característico color amarillo.
Es común encontrar en la actualidad moles amarillos de color rojo. Esto se debe a que muchas personas optan por utilizar chile guajillo en su preparación, como hizo Olga Tamayo, quien incluso compartió su receta en la revista Artes de México, número 108, “La Cocina Mexicana II: Segunda Parte”, páginas 22-23.
Receta de mole amarillito de Olga Tamayo
INGREDIENTES: 1 kilo de carne maciza de puerco, 1 1/2 kilo de espinazo, 15 chiles guajillos, 3/4 de kilo de tomate verde, 3 jitomates verdes, 1 cabeza de ajo, 1 1/2 kilo de calabacitas, 1/4 de ejotes, 1/2 cucharadita de cominos, masa, hojas de hierba santa (acuyo).
MANERA DE HACERSE: Se pone a cocer la carne hasta freír con el ajo machacado, aparte se cuecen las calabazas y ejotes. Los chiles se asan, desvenan, ponen a remojar y se muelen con el tomate, el jitomate, los cominos y cuatro ajos. Se le pone un poco de caldo; se fríe fuerte y se le añade la carne poniéndole otro poco de caldo. Se espesa con masa (como atole). De la masa batida con manteca se hacen bolitas agujereadas con el dedo (chochoyotes), echándolas al guiso cuando está hirviendo, luego se le ponen 6 hojas de acuyo y unas hojas de aguacate tostadas. Para terminar se le añade las calabazas y los ejotes.