Llegué a vivir a mis 26 años a la Ciudad de México, en 1990, estableciéndome en un edificio en la confluencia de Masaryk y Julio Verne. Originaria de Monterrey, me enamoré perdidamente de la fascinante metrópoli y encontré mi hogar en una de las zonas más exclusivas: Polanco. Desde aquel entonces, encarnaba plenamente el concepto de “barrio”, con una identidad distintiva influenciada por factores históricos, sociales, económicos y culturales que habían configurado su desarrollo a lo largo de los años.
Las calles bullían de actividad y vida. Desde el cerrajero de confianza hasta la panadería local, desde la pequeña farmacia hasta los puestos de flores, frutas y verduras, cada establecimiento atendía a las necesidades del vecindario. Recuerdo con nostalgia la diversidad de pequeños restaurantes, algunos lujosos y otros más modestos, como el desaparecido Sanboricito o la Cosa Nostra. La armonía y el ambiente familiar prevalecían en cada rincón.
A lo largo de los años, Polanco se ha distinguido por su oferta culinaria excepcional. Restaurantes han abierto y cerrado con el devenir del tiempo, presentando lo más significativo de las cocinas, no solo mexicana, sino también internacional. Los platos elaborados por los más destacados chefs del país y del mundo encontraban aquí un espacio. Sin embargo, como en cualquier otro lugar, no todos mantenían el estándar de excelencia. Lamentablemente, en tiempos recientes, algunos propietarios parecen más preocupados por atraer comensales que buscan más la diversión que la auténtica experiencia culinaria. Estos establecimientos, disfrazados de comedores, en realidad promueven una serie de comportamientos cuestionables, como prostitución, consumo excesivo de alcohol y drogas, a la vista de las autoridades, que hoy manifiestan un preocupante doble discurso.
La historia de esta colonia es el testimonio de transformación que la ha convertido en un epicentro cultural, económico y social de la ciudad. Sus orígenes se remontan al siglo XVII, cuando era conocido como “Hacienda de los Morales”, una extensa zona rural. El siglo XX trajo consigo el proceso de urbanización que la transformaría en un barrio residencial de alto nivel. Durante décadas, Polanco continuó modernizándose, añadiendo edificios residenciales, centros comerciales y espacios dirigidos al arte.
Tal como lo expresó Carlos Fuentes en su magistral novela La región más transparente (publicada en 1958), la cual capturó con destreza la esencia de la Ciudad de México en su prosa. Esta obra aborda diversos temas, entre ellos las contradicciones morales de los personajes y la exploración de los aspectos más oscuros de la naturaleza humana. De manera efectiva, Polanco emerge como un vivo ejemplo de la transparencia de la impunidad, donde las complejas dinámicas sociales y morales quedan expuestas a plena vista.
A pesar de los esfuerzos de los vecinos y activistas de organizaciones como La Voz de Polanco A.C., quienes trabajan incansablemente para erradicar malas prácticas gubernamentales, la problemática persiste y amenaza con empañar la esencia del barrio. Recientemente, los titulares anunciaron la trágica muerte de una persona que había salido de un centro nocturno. Este incidente, lamentable y atroz, destapa la corrupción de las autoridades, que parecen estar en complicidad con los antreros, propietarios inmobiliarios, meseros, valet parking, taxistas –una constante en toda la zona metropolitana–. La ley indica que los establecimientos deben cerrar a las 2 a. m. y en el caso de dicho lugar, no hay uso de suelo para antro y por lo visto opera como “club privado” (a todas luces una farsa), por lo cual debería tener un permiso especial para poder funcionar hasta más tarde. Eso está en el Reglamento de la Ley de Establecimientos Mercantiles.
Es evidente que la sociedad civil activa y decidida es la única respuesta a los problemas que aquejan a México. Su dedicación puede contribuir a la transformación de las políticas, las actitudes y las normas en beneficio de la comunidad en su conjunto.
Finalmente, es importante aclarar que no todos los restauranteros incurren en prácticas ilegales. Como muestra de respeto hacia su labor y en consideración a las familias que disfrutamos de esta hermosa zona de la ciudad, es fundamental seguir expresando nuestra inconformidad de manera constructiva.