Una de las más hermosas y populares celebraciones de la Cuaresma y la Semana Santa es el Viacrucis o camino de la cruz.
En la iglesia primitiva de Jerusalén se celebraba el camino de la cruz, que constaba de 14 estaciones. En cada estación la persona o el grupo se detenía unos minutos a reflexionar y a apropiarse el hecho que se conmemoraba. Para celebrar el Viacrucis no era necesario viajar a “Tierra Santa”, sino que los franciscanos aplicaron esta celebración a sus iglesias, y posteriormente esta devoción se extendió a otras iglesias y capillas.
En México se han hecho célebres los Viacrucis vivientes de Iztapalapa y Taxco, entre otros. Esta profunda y popular celebración tuvo eco en distinguidos poetas y pintores cristianos. Entre los últimos se distingue el Viacrucis de Henri Matisse en la Capella del Rosario en Vence (Francia). Matisse comentó: “Es necesario moverse para seguir el Viacrucis; lo he hecho como un camino que sube serpenteando. No hay otro modo de seguir a Cristo”.
Entre los poetas son notables los Viacrucis de Paul Claudel en Francia, de Gerardo Diego y León Felipe en España, de Benjamín Sánchez (Fray Asinello) y de Luis Carlos Flores Mateos, S.J. en México. Veamos algunos ejemplos:
“Se acabó. Hemos juzgado a Dios y lo hemos condenado a muerte/No queremos con nosotros a Jesucristo porque nos molesta/no tenemos más rey que al César…/ Él era un escándalo para los judíos y para nosotros un absurdo…/ la sentencia está dada/ la multitud grita y el juez se lava las manos. (Paul Claudel).
“Lo condenaron a muerte/ su silencio y mi silencio/ uno, silencio de amor/, otro, silencio de miedo”. (Benjamín Sánchez).
“Y soy yo mismo quien dictó/ una sentencia villana/ de mis propios labios mana/ ese negro veredicto. / Yo me declaro convicto,/ yo te negué con Simón/ te vendí y te hice traición/ con Pilatos y con Judas./ Y aún mis culpas desanudas/ y me brindas el perdón”. (Gerardo Diego).
“Nada se ha inventado/ sobre la tierra/ más grande que la cruz/ hecha está la cruz a la medida de Dios/ y hecha está también a la medida del hombre… / los brazos en abrazo hacia la tierra/ y el astil disparándose a los cielos”. (León Felipe).
“Al pie de la cruz María/ llora con la Magdalena/ y aquél a quien en la cena/ sobre todos prefería/. Ya palmo a palmo se enfría/el dócil torso entreabierto/ ya pende el cadáver yerto/ como de la rama el fruto/ cúbrete, cielo de luto/ porque ya la Vida ha muerto”. (Gerardo Diego).
“Termina aquí la pasión, continúa la compasión/ Cristo no está ya en la cruz/ María es quien lo recibe/ lo aceptó ella, prometido, ahora lo recibe, consumado”. (Paul Claudel).
“Ya va el Señor descendiendo /por caminos subterráneos: / de todos los cementerios sube un clamor a su paso/ mientras se impregna de vida/ la tierra, con su contacto/. Un soplo de primavera sacude los huesos áridos/ y retrocede la muerte entre las tumbas aullando/ ¿En dónde está tu victoria, / oh muerte de dedos pálidos? (Gerardo Diego).
“Podemos ser los Pilatos/ los Cirineos, las Verónicas/ los ladrones, los soldados/ los fariseos, las llorosas/ mujeres, el populacho, voluble como las olas,/ podemos ser Judas, Pedro…/ tú sabes bien nuestra historia”. (Flores Mateos).
En suma, todo lo anterior puede sintetizarse con la célebre frase de Paul Claudel: Jesucristo no vino a explicar el sufrimiento, ni a romper su cruz, sino a extenderse en ella.