El gran historiador Antonio Pompa y Pompa, en su libro Orígenes de la independencia mexicana, reconoce que los jesuitas fueron precursores y forjadores del movimiento independentista. Esta importante aportación de los jesuitas a la Nueva España se dio mediante su misión educativa: crearon una extraordinaria red de colegios gratuitos (más de 30) sostenidos por fundaciones económicas y por la eficiente administración de algunas haciendas. Sobresalieron como grandes educadores los jesuitas Clavijero, Cavo, Landívar, Márquez, Alegre, Fabri y Maneiro, entre muchos.
Después de la expulsión de los jesuitas por el decreto de Carlos III de España, la Compañía renació lentamente a mediados del siglo XIX. El impulso educador de los jesuitas se renovó durante el siglo XX. En esta línea, fue de gran importancia la fundación de la Universidad Iberoamericana el 7 de marzo de 1943. La iniciativa de este proyecto educativo surgió del Lic. Rodulfo Brito Foucher, en ese entonces Rector de la UNAM. La invitación se hizo al Provincial de la Compañía de Jesús, mediante el jesuita Enrique Torroella, egresado de la Escuela Libre de Derecho y gran amigo de Brito Foucher, quien acudió a la ceremonia de inauguración, que se celebró en un pequeño edificio de la céntrica calle Hidalgo núm. 120. El Lic. Gabriel García Rojas fue nombrado Rector de este “Centro Cultural Universitario”, que contó con el apoyo de eminentes jesuitas como Ramón Martínez Silva, Jesús Amozorrutia, Bernardo Bergoend, Mariano Cuevas, José Bravo Ugarte, David Mayagoitia, Luis Verea y José Sánchez Villaseñor, entre otros.
Como era de suponerse, hubo algunas oposiciones a este proyecto, pero no impidieron que esta iniciativa se consolidara y asumiera el nombre de Universidad Iberoamericana en 1952. El fortalecimiento de la Universidad Iberoamericana fue respaldado por los jesuitas Xavier Scheifler (economista), Héctor González Uribe (filósofo y abogado), Miguel Villoro Toranzo (abogado), Jorge López Moctezuma (historiador), Ernesto Meneses y Juan Lafarga (psicólogos), entre otros. La Iberoamericana fue ganando prestigio nacional e internacional, y se unió a las más de 210 universidades en el mundo confiadas a la Compañía de Jesús: quizá la transnacional más importante por su número y calidad en la educación.
Las características de la educación jesuítica están basadas en: a) la inspiración judeo-cristiana y sus valores trascendentes, b) se enfoca a la transformación de un mundo más humano: “Formar hombres y mujeres para los demás”, c) está orientada a los valores, incluso en las llamadas “ciencias duras”, d) se centra en la persona, “Cura Personalis”, la preocupación por cada alumno; e) está abierta a la interdisciplinariedad, a la formación humanista y, f) promueve la excelencia: el imperativo es “magis”, (más), superación.
Actualmente la Universidad Iberoamericana cuenta con 155 miembros en el Sistema Nacional de Investigadores. Además, conviene resaltar el compromiso social de exalumnos y alumnos por la promoción de la justicia y la equidad social. En esta línea se estableció el premio Ibero-Bremond-FICSAC para los alumnos y exalumnos que destacaban en la labor de ayudar a grupos vulnerables del país. Fue así como en una convocatoria se recibieron cerca de 900 postulaciones. Entre las que se encontraban las de Miguel Álvarez Gándara de la licenciatura en Comunicación, que se dedicó más de cuatro décadas a analizar, promover y asesorar a diversos movimientos relacionados con la construcción de la paz, la justicia y los derechos humanos en México y América Latina. En la educación, se destacó José Chabot Cherem que trabajó diez años en la instalación de programas, equipo e instalaciones para la alfabetización, educación primaria y secundaria, y cursos de educación técnica y desarrollo humano para albañiles. Finalmente merece mencionarse a Isaac Escamilla Sandoval de la licenciatura en Filosofía que durante más de quince años trabajó para encontrar soluciones integrales para la conservación del medio ambiente, la economía alternativa, la soberanía alimentaria y el impulso a la sustentabilidad de familias rurales y vulnerables.
La celebración de los 80 años de esta casa de estudios no es para vanagloriarse, conviene recocer las deficiencias que tiene toda labor humana para superarlas y aceptar el reto de realizar siempre el “magis” de Ignacio de Loyola.