El Paquete Económico para 2022 apuesta a que no aumente la deuda pública y que se mantenga en 51 por ciento del PIB, el mismo nivel estimado para el cierre de este año.
Es un buen esfuerzo fiscal después de que la deuda del sector público se ubicó al final del ejercicio 2020 en un máximo histórico de 52.4 por ciento del PIB.
“No hemos contratado deuda pública adicional”, destacó el presidente López Obrador en el discurso por su tercer Informe de Gobierno. De hecho, hay “récord histórico en no incremento de deuda”, presumió el pasado 1 de septiembre.
La realidad es que en 2020 la deuda como proporción del PIB se incrementó desde el nivel de 44.5 por ciento observado al cierre de 2019, lo que se explica en su mayor parte por la depreciación del peso frente al dólar y la contracción de la economía mexicana con la llegada de la pandemia.
Lo que también es cierto es que no se ha incurrido en endeudamiento adicional sobre el autorizado por el Congreso de la Unión.
Si bien se ha respetado el techo de endeudamiento aprobado por el Congreso, también ha aumentado el peso relativo de la deuda en la economía.
Otra de las principales metas fiscales es un déficit primario de 0.3 por ciento del PIB para el próximo año, después de uno de 0.4 por ciento del PIB en 2021.
El balance primario se define como la diferencia entre los ingresos presupuestarios y los gastos menos el costo financiero de la deuda.
La estimación del balance primario para el cierre de este año se ajusta en sentido negativo respecto a la meta presentada en abril pasado, cuando todavía se esperaba un equilibrio –ni superávit ni déficit–, tal y como se aprobó para todo el ejercicio fiscal.
“Hay un cambio en el objetivo de mantener un balance primario equilibrado o superavitario al proponer un déficit de 0.3 por ciento del PIB para 2022”, analiza el Centro de Investigación Económica y Presupuestaria (CIEP).
Cabe recordar que al cierre de 2020 el balance primario mostró un superávit de 0.1 por ciento del PIB, que fue el último y el menor de cuatro años consecutivos de finanzas públicas en terreno positivo.
De acuerdo con los Criterios Generales de Política Económica para 2022, el balance primario volverá a ser superavitario en 2023 y, más aún, en los años subsecuentes hasta llegar a 0.8 por ciento del PIB en 2027.
El escenario económico está construido sobre supuestos optimistas de crecimiento del PIB y plataforma de producción de petróleo, en un entorno de incertidumbre sobre la trayectoria de la pandemia y las nuevas variantes del virus SARS-CoV-2, pese al amplio acceso a las vacunas contra Covid-19.
Dada la sobreestimación del crecimiento y de la plataforma petrolera, el riesgo es que los ingresos públicos proyectados se queden cortos y comprometan el cumplimiento de las principales metas fiscales planteadas para 2022.
El escenario puntual usado para las estimaciones de finanzas públicas prevé un crecimiento de la economía mexicana de 4.1 por ciento el próximo año.
Pero las proyecciones de las principales encuestas entre analistas económicos, así como las previsiones del Banco de México apuntan a un crecimiento en torno a 3 por ciento anual.
Un crecimiento menor al estimado en el Paquete Económico hará inviable la meta de balance primario y dificultará el camino para regresar al superávit en 2023.
Será un reto mantener finanzas públicas ligeramente deficitarias sin modificar la estructura tributaria del país y sin hacer ajustes en el gasto, donde las presiones son crecientes por el pago de pensiones y el fortalecimiento del Estado en el sector energético, en petróleo y electricidad.
Como dice el CIEP, “con la deuda pública anclada en 51 por ciento del PIB, hay mayor libertad de incurrir en endeudamiento”.
Tal nivel de endeudamiento no pone en riesgo la estabilidad de las finanzas públicas ni la recuperación económica de México, pero pueden más la austeridad republicana y el ‘conservadurismo’ fiscal del gobierno de AMLO.