El peso mexicano mantiene un buen comportamiento frente al dólar estadounidense en lo que va de agosto y, recientemente, rompió el piso de 20 unidades por primera vez en siete semanas.
La moneda nacional cerró el viernes en 19.85 pesos por dólar y en la última semana registró una apreciación de 2.8 por ciento, su mejor rendimiento semanal desde junio de 2021.
En los dos primeros días de esta semana el tipo de cambio se depreció ligeramente; aun así, en lo que va de 2022 la ganancia acumulada del peso frente al dólar es de 2.9 por ciento.
Pero desde el ‘pico’ cambiario más reciente, que se alcanzó en la última semana de noviembre pasado, la recuperación de nuestra moneda es de 8.8 por ciento.
La evolución positiva del peso se debe al mayor optimismo en el mercado sobre un posible tope de la inflación en Estados Unidos.
Hay evidencia de que la inflación en la economía estadounidense, si bien continúa siendo elevada a tasa anual, empieza a dar signos de estar disminuyendo.
Esto hace suponer que, aunque aún es demasiado pronto para cantar victoria sobre la inflación, la Reserva Federal adoptará una postura menos agresiva en el ritmo de aumentos de la tasa de interés en las tres decisiones que restan del año.
Además, el ‘cantado’ anuncio del Banco de México del jueves pasado sobre un nuevo incremento de tres cuartos de punto a la tasa de interés de referencia proporcionó soporte al peso.
Pero, ¿qué otros factores están detrás de la recuperación de la moneda mexicana frente a la divisa estadounidense?
¿Por qué el tipo de cambio ha mantenido un comportamiento ordenado, a pesar del entorno de volatilidad en los mercados financieros internacionales?
Son varios factores que inciden favorablemente, pero primero hay que aclarar que el peso no es ajeno a los movimientos del dólar ni a la perspectiva de apetito por riesgo o los episodios de aversión al riesgo.
Los mercados se enfrentan hoy a la creciente probabilidad de una desaceleración económica pronunciada e incluso de una recesión en EU.
En China, indicadores recientes apuntan a una fuerte debilidad del crecimiento al inicio del tercer trimestre del año, como secuela de las restricciones a la movilidad ante la política ‘cero Covid-19′ y también de la crisis en el sector inmobiliario de ese país.
La menor actividad económica tanto en EU como en China puede tener implicaciones para la economía global.
Dicho lo anterior, el tipo de cambio del peso destaca por su resiliencia ante la preservación de fundamentos económicos sólidos en México y el amplio diferencial de tasas de interés que se mantiene con EU.
Sin duda, a la recuperación de nuestra moneda han contribuido los montos históricos de las exportaciones en los meses recientes, con más de 51 mil millones de dólares en marzo y julio, por ejemplo.
Además, los elevados flujos de remesas familiares del exterior, que en los últimos 12 meses superaron los 55 mil 500 millones de dólares por primera vez desde que hay cifras disponibles.
También, la captación de recursos por concepto de inversión extranjera directa y el ingreso de divisas por turismo internacional, que en los últimos 12 meses sumó casi 26 mil millones de dólares, un nuevo máximo histórico.
Sin embargo, la apreciación que ha mostrado el peso en lo que va del año no es resultado de una mejoría en la percepción de los inversionistas sobre México.
Así lo corrobora la tenencia de bonos gubernamentales en manos de inversionistas extranjeros, que está en niveles de diciembre de 2012 y sigue sin registrar entradas de capital internacional en títulos de deuda mexicana.
En julio pasado se presentaron salidas del mercado de deuda local por más de 56 mil millones de pesos, siendo el mayor flujo de capital que se retira de la economía mexicana desde igual mes de 2021, según datos del Banco de México.
El balance en lo que va del año continúa en terreno negativo y la salida neta de capitales supera los 100 mil millones de pesos.
Este es el monto que los inversionistas extranjeros vendieron de sus posiciones en deuda gubernamental mexicana en siete meses de 2022.
Las salidas de capital continúan, aunque a menor ritmo respecto a lo observado en 2020 y 2021, lo cual evidencia que el apetito por bonos de México sigue siendo bajo.