México cerró el 2022 con una inflación general de 7.8 por ciento –con redondeo de cifras– anual, es decir, 1.3 puntos más con respecto a la inflación de Estados Unidos.
La diferencia de precios entre una economía y otra sería mucho más amplia de no ser por los estímulos fiscales al consumo de gasolinas y el diésel vía IEPS, medida que tuvo un costo para las finanzas públicas de 373 mil millones de pesos en el último año.
Si bien alcanzó su pico en agosto y septiembre, la inflación general se mantiene significativamente por encima del objetivo del Banco de México, que puntualmente es de 3.0 por ciento.
El componente subyacente en nuestro país se ubicó en 8.4 por ciento –también con redondeo– anual al cierre de diciembre, esto es, 2.7 puntos más de inflación que EU.
La buena noticia es que la inflación subyacente, que es el mejor referente de la trayectoria inflacionaria, rompió en diciembre una tendencia al alza de dos años, después de que en noviembre acumuló 24 incrementos mensuales consecutivos.
Sin embargo, en México la inflación anual en los alimentos es de 14.1 por ciento y en los alimentos procesados, de 12.7 por ciento, muy superior a la de EU.
“Esta situación es alarmante, ya que cuatro de cada diez mexicanos se encuentran en condición de pobreza laboral”, advierte el observatorio México, ¿cómo vamos?
En su análisis sobre la inflación, señala que diversos alimentos centrales en la dieta de los mexicanos continúan al alza.
Por ejemplo, el precio de la tortilla de maíz presentó un incremento anual de 16.6 por ciento, siendo el segundo genérico con mayor contribución a la inflación anual.
A su vez, la harina de trigo tuvo un encarecimiento anual de 32.3 por ciento.
Esa es la razón que está detrás de la decisión del gobierno federal de imponer vía decreto, a partir de ayer, un arancel de 50 por ciento a la exportación de maíz blanco (harinero), producto en el que México es autosuficiente y con el que se elabora principalmente la tortilla.
De acuerdo con el Grupo Consultor de Mercados Agrícolas (GCMA), esta medida restrictiva a la exportación “atenta contra el libre comercio y crea incertidumbre y especulación en el mercado”.
Pero lo más importante es que no tendrá efecto para reducir y estabilizar los precios de la tortilla, como pretende el gobierno con el decreto del Ejecutivo.
Fernando Cruz, socio director del GCMA, dijo a este reportero que el precio de la tortilla no sólo depende del maíz, sino de otros insumos como el nixtamal, a lo que se suman costos como energía eléctrica y gas, entre otros.
Además, la producción que se verá ‘afectada’ por el decreto es la de Sinaloa, que es la entidad exportadora de maíz blanco y que el año pasado produjo 5.3 millones de toneladas, de las cuales exportó 208 mil toneladas, ni el 4.0 por ciento del total.
Según el consultor, está documentado que cuando sube el precio del maíz aumenta el de la tortilla, pero cuando baja el precio del maíz no desciende el de la tortilla por los llamados sticker prices (‘precios pegajosos’) y la fragmentación del mercado de tortillas.
Cruz no cree que vaya a bajar el precio de la tortilla, y si lo hace será de manera marginal, pues el precio tanto en términos nominales como reales –descontada la inflación– siempre va al alza, por lo que es poco probable que veamos un precio por debajo de 20 pesos por kilo en los próximos meses o incluso en todo el año.
Algo importante que señala el especialista es que este tipo de decisiones, sobre las que han llamado la atención organismos multilaterales como el FMI, BM y BID, lo que generan es que la inflación se vaya para arriba.
La razón es que “el excedente que tenemos de maíz bien podría ser consumido de manera competitiva por algún otro país y le estamos transfiriendo la inflación al tener menos opciones de dónde poder abastecerse”.
Es así como México se suma al grupo de países con algún tipo de restricción a la exportación de alimentos, no precisamente para garantizar el abastecimiento interno, sino para ‘impulsar’ una tendencia a la baja en el precio de la tortilla.