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La economía y sus dos motores encendidos

La resiliencia de la economía mexicana está relacionada con el apoyo del consumo privado y la fortaleza de la inversión productiva.

Detrás de la dinámica robusta de la economía mexicana están el consumo y la inversión, los dos componentes de la demanda interna que resultaron más afectados por la pandemia.

El INEGI publicó recientemente las cifras del consumo privado interno, que en septiembre pasado registró su cuarto incremento consecutivo, al aumentar 0.8 por ciento mensual.

Este es su mayor avance desde abril pasado y representa una aceleración desde el 0.6 por ciento observado en agosto.

A tasa anual, el consumo privado creció 5.0 por ciento, lo que representa su mayor expansión desde enero de este año.

Además de los efectos de esta buena cifra sobre la actividad económica, el consumo en México acumula 31 meses consecutivos de crecimientos anuales.

Con el dinamismo de septiembre, el consumo privado en el país alcanzó un nuevo máximo histórico.

El comportamiento positivo de este indicador obedece principalmente a la dinámica del rubro de bienes importados.

Tan es así que en septiembre, el consumo de bienes importados repuntó 1.8 por ciento mensual y creció 24.3 por ciento anual.

Con esto, anotó su mayor alza anual desde agosto de 2021 y ligó siete meses con expansiones a tasas de doble dígito.

Por su parte, el consumo de bienes y servicios de origen nacional se aceleró 0.8 por ciento mensual –después de un crecimiento de 0.1 por ciento en agosto– y repuntó 1.7 por ciento anual.

En su interior, el consumo de bienes subió 1.2 por ciento mensual y el de servicios se elevó 0.5 por ciento.

Los bienes y servicios nacionales han mostrado debilidad, que en septiembre fue más evidente en el caso de los servicios.

El consumo, que es el principal motor del crecimiento interno, se ha apoyado en el impulso proveniente del mayor ingreso laboral y del empleo, del alto flujo de remesas, así como del incremento en el crédito al consumo a ritmos de dos dígitos.

Por el lado de la inversión productiva, la formación bruta de capital fijo o IFB disminuyó en septiembre 1.5 por ciento mensual, de acuerdo con las cifras del INEGI.

Este resultado fue la primera contracción mensual del indicador desde junio de 2022, lo que puso fin a 14 meses consecutivos con crecimientos.

Comparado con el mismo mes de un año antes, septiembre de 2022, la inversión sigue fuerte, pues repuntó a una tasa de 23.5 por ciento.

Con esto, el indicador acumula 30 meses consecutivos con tasas anuales positivas y 10 meses al hilo con alzas de doble dígito.

De manera que la inversión está creciendo a un ritmo mucho mayor que el conjunto de la actividad económica nacional.

La caída en septiembre se debió al comportamiento negativo de la inversión en la construcción, que descendió 5.0 por ciento mensual, pero creció 26.5 por ciento anual.

Internamente, el componente de construcción no residencial se desplomó 11.3 por ciento en el mes, aunque se incrementó 42.7 por ciento en los últimos 12 meses.

Esto representa la primera caída de este rubro desde enero y la mayor contracción desde que existen registros disponibles.

La inversión en maquinaria y equipo, que también ha contribuido, registró un acelerón de 2.7 por ciento con respecto a agosto y anotó un repunte de 20.9 por ciento contra septiembre de 2022.

El sólido desempeño de la inversión está asociado a los efectos del proceso de relocalización de empresas o nearshoring, cuyos beneficios aún son incipientes.

No obstante, la inversión en construcción no residencial se desplomó, sin quedar claro si responde a la pérdida de impulso de la inversión en las obras públicas insignia de esta administración.

Si bien la IFB se mantiene fuerte, parece mostrar ciertos signos de agotamiento al cierre de septiembre, según analistas de Intercam.

La resiliencia de la economía mexicana está relacionada con el apoyo del consumo privado, que ha ganado mayor importancia como impulsor de la actividad económica.

La fortaleza de la inversión es otro de los factores que explican el dinamismo de la economía, reflejando la contribución de la construcción no residencial, que no sólo se está viendo impulsada por los proyectos prioritarios de la 4T, sino también por el empuje de la relocalización de empresas.

Los dos motores de la economía, representados por el consumo privado y la inversión, están más que encendidos.

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