Como se sabe, tras un recorte de 25 puntos base la reunión de política monetaria de marzo, en una decisión unánime de su Junta de Gobierno el Banco de México dejó la tasa de referencia sin cambios en 11 por ciento en su anuncio de esta semana.
Lo que llamó la atención es que, además de la pausa, se anunció una revisión al alza en los pronósticos de inflación general y subyacente para los próximos seis trimestres y un retraso en la expectativa de convergencia a la meta de 3 por ciento del segundo al cuarto trimestre de 2025.
Pero a diferencia de anuncios anteriores, los pronósticos de inflación no se revisaron marginalmente al alza, sino que se ampliaron sensiblemente, sobre todo para el segundo semestre de este año, sugiriendo que el proceso de desinflación será sumamente complejo.
El jueves temprano, antes de que se diera a conocer el anuncio de política monetaria de Banxico, el INEGI informó que en abril el Índice Nacional de Precios al Consumidor experimentó un incremento de 0.2 por ciento mensual, ligeramente por arriba de las expectativas de los analistas.
Con esto, la inflación general fue de 4.7 por ciento anual –con redondeo de cifras–, con lo que se observó una aceleración desde 4.4 por ciento anual en marzo.
El componente subyacente, que dicho por Banxico “refleja de mejor manera la tendencia de la inflación”, registró en abril un incremento –también con redondeo de cifras– de 0.2 por ciento mensual y uno de 4.4 por ciento anual.
La cifra de inflación subyacente anual de abril representa un nivel mínimo en tres años, desde abril de 2021, además de que se replegó desde 4.6 por ciento en marzo pasado y desaceleró por 15 lecturas mensuales consecutivas.
Al interior del índice subyacente, que excluye los rubros más volátiles, los precios de las mercancías avanzaron 0.3 por ciento mensual y 3.7 por ciento anual, siendo su menor nivel desde diciembre del 2019.
En el caso de los servicios, sus precios aumentaron 0.1 por ciento en abril y 5.2 por ciento anual contra igual mes de 2023, su menor tasa anualizada desde agosto pasado.
Por el contrario, el índice de precios no subyacente, que incluye los productos más volátiles y las tarifas autorizadas por el gobierno, rebotó 0.2 por ciento mensual después de registrar una inflación negativa en marzo, además de que aceleró de 4 a 5.5 por ciento a tasa anual, siendo la más elevada desde febrero de 2023.
Esto fue resultado de la expansión de 4.9 a 7.4 por ciento que registró la inflación anual de los productos agropecuarios de un mes a otro.
Al interior de este último componente, la inflación anual de las frutas y verduras repuntó de 12.3 a 18.6 por ciento entre marzo y abril.
Buena parte de este incremento se debió a los disparos en los precios de tres productos: el jitomate, el chile serrano y el tomate verde, propiciados por problemas de oferta como resultado de factores climáticos.
Es así como en México la inflación sorprendió al alza afectada por el componente no subyacente, que es muy volátil, no por el subyacente, que determina la trayectoria de la inflación general a mediano plazo.
Sin embargo, al interior de la subyacente continúa observándose un comportamiento diferenciado, pues mientras el rubro de mercancías no alimenticias sigue relajándose, los servicios y las mercancías alimenticias aún muestran mayor persistencia.
Mientras las condiciones inflacionarias sigan siendo desfavorables y no permitan recortes adicionales en la tasa de referencia, Banxico extenderá la pausa monetaria.
Esto representa un desafío para el proceso de convergencia de la inflación general a su meta de 3 por ciento, que ahora el banco central mexicano ‘pateó el bote’ para el cuarto trimestre de 2025.
Dicho de otra manera, la inflación tendrá una convergencia a la baja más lenta, lo cual es preocupante.
Lejos de ser alcanzado, persiste la incertidumbre sobre la velocidad de convergencia de la inflación al objetivo de 3 por ciento.
En la economía mexicana, como en muchas otras más, el camino hacia la convergencia podría ser más prolongado y turbulento de lo previsto.