Después de pasar buena parte del 2020 confinado, el maquillador artístico Artyom Kavnatsky estaba listo para regresar al trabajo. Pero cuando se presentó a una reciente sesión de fotos, la persona que lo empleaba no lo dejó trabajar. ¿La razón? No se había vacunado contra el coronavirus.
“Me mandó de vuelta porque no me había vacunado”, declaró Kavnatsky. “Eso es discriminación, no está bien”.
La intensa campaña de vacunación de Israel hizo que sea uno de los primeros países que reanuda sus rutinas previas a la pandemia. Bares, tiendas, hoteles y gimnasios reabrieron sus puertas en Israel, donde el 80 por ciento de la población adulta se ha vacunado y las infecciones y las muertes por el COVID-19 mermaron enormemente.
Israel es un ejemplo de lo que puede hacer una campaña de inmunización vigorosa, pero también puede ser un modelo de cómo lidiar con los problemas que se vienen: Los sitios de trabajo y las escuelas están decidiendo qué hacer con las personas que se niegan a vacunarse y se genera un choque entre los promotores de la salud pública y los derechos del individuo, provocando a la vez nuevos interrogantes en torno a la igualdad. Un caso terminó en los tribunales y se espera que haya más que siguen el mismo rumbo.
Las aerolíneas están sopesando si exigen vacunas o pruebas negativas para viajar, como hace la Unión Europea. Algunos funcionarios de Gran Bretaña y de Estados Unidos estudian si las pruebas de inmunización pueden abrir las puertas a reuniones grandes, aunque en Estados Unidos sigue habiendo bastante resistencia a ese paso. Más delicado todavía es el tema de si la inmunización debe ser un requisito para volver al trabajo o a la escuela.
En muchos países las decisiones que se tomen podrían aumentar las fuertes divisiones que hay en torno a la riqueza y el acceso a las vacunas.
En Israel, la gran mayoría de los 100 mil palestinos que viven en Cisjordania y tienen permisos para trabajar en Israel han sido vacunados, pero en la Margen Occidental del Jordán y en Gaza la vacunación está muy atrasada. En muchas partes del mundo han recibido pocas vacunas, si es que llegaron.
Israel ha ofrecido una serie de incentivos a la gente para vacunarse. Creó un “pase verde” para las personas que fueron vacunadas que da acceso a conciertos, cenas afuera, el gimnasio y destinos turísticos populares como Egipto, Chipre y Grecia. Quienes no tienen el pase, no pueden hacer nada de eso.
El sistema está funcionando bien en el sector de la diversión. Pero ahora se expande a otras áreas y las autoridades sanitarias recomiendan prohibir el acceso a escuelas, asilos de ancianos y otros sitios laborales si una persona no dio negativo recientemente a una prueba de COVID.
El sistema sanitario israelí, por otro lado, exige a todos sus empleados —médicos, enfermeras, oficinistas y personal de apoyo— que se vacune. Si se niegan, son transferidos a áreas donde no hay contacto con pacientes con alto riesgo.
Organizaciones defensoras de los derechos laborales dicen que esas regulaciones pueden comprometer los ingresos de la gente.
En el sector educativo hay inquietudes parecidas. La Universidad de Tel Aviv, la más grande de Israel, encontró un balance delicado por ahora.
La universidad está reanudando las clases en persona pero solo son admitidos los estudiantes que se han vacunado, según su vicerrector Eyal Zisser. Quienes no se vacunan deben seguir tomando teleclases.
“En esta fase inicial, pueden venir los estudiantes que tengan el pase verde y nos aseguramos de que el resto tienen acceso a las clases” por la internet, señaló Zisser.
A pesar del éxito de su campaña, en Israel hay cientos de miles de personas que no se han vacunado, algunos porque se oponen a las vacunas en general, otros porque le temen a una vacuna que fue producida muy rápidamente. Expertos de las Naciones Unidas, de Estados Unidos y de Europa, no obstante, han dicho que las vacunas autorizadas en Israel son seguras y efectivas.
Kavnatsky, el maquillador, cuestiona las vacunas y la medicina moderna en general, diciendo que no quiere “ninguna aguja en mi cuerpo”. No está solo. Es uno de 15 mil miembros de un grupo de Facebook que resiste lo que describe como una inmunización forzada del estado.
Rappeh, un partido político encabezado por Aryeh Avni, que se opone firmemente a la vacuna, recibió 17 mil votos en las elecciones legislativas de la semana pasada. Eso no alcanzó para acceder al parlamento, pero ilustra el desafío que enfrentan los legisladores.
El ministerio de salud de Israel admite que sus poderes son limitados.
“No podemos obligar a la gente a vacunarse”, manifestó Einav Shimron, subdirector de relaciones internacionales del ministerio.
La Asociación por los Derechos Civiles de Israel, una organización no gubernamental que lidia con temas laborales, dijo que el uso del pase verde a largo plazo plantea posibles problemas en el terreno de los derechos civiles y exhortó al gobierno a que sancione una legislación sobre el tema.
“Si va a ser una política que vulnera el derecho al empleo y el derecho de una persona a elegir lo que hace con su cuerpo para ser empleada, tiene que ser sometida al proceso legislativo”, dijo la portavoz Maya Fried. “Debe haber un debate público”.
El debate ya se libra en los tribunales.
En el primer fallo importante sobre el tema, un tribunal laboral de Tel Aviv autorizó en marzo a una guardería vetar a una empleada que se negó a ser vacunada y a someterse a pruebas del coronavirus. Es previsible que la decisión sea apelada.
El doctor Nadav Davidovitch, director de la asociación de médicos del servicio público de salud de Israel, dice que la gente tiene la obligación de vacunarse, sobre todo a la luz de la evidencia de que la vacuna no solo previene los peores resultados de una infección de COVID-19, sino que reduce la propagación del virus. Israel tiene 9,3 millones de habitantes y poco más de 6 mil muertes desde que comenzó la pandemia.
“La vacuna es un acto de solidaridad, no solamente una opción individual”, sostuvo.
De todos modos, dijo que se opone a la vacunación obligatoria y a despedir gente por negarse a la inmunización. Indicó que a quienes insisten en negarse se les puede dar otro trabajo, permitirles trabajar desde sus casas o ser sometidos a pruebas constantes.
Davidovitch, quien fue epidemiólogo de las fuerzas armadas, cuenta que el 90 por ciento de los reclutas israelíes no querían vacunarse cuando se enrolaron y terminaron aceptando al ser educados sobre el tema.
“No es buena idea obligar a la gente”, sostuvo. “La mayor parte de la gente tiene dudas. No están en contra de las vacunas en general”.