Salud

El sistema sanitario de Líbano se está desintegrando rápidamente

La crisis en el país ha sido impulsada por años de corrupción, y ahora se puede destruir todo un sistema de salud con la misma eficacia que la guerra o un desastre natural.

Los hospitales sufren a diario cortes de energía que duran horas debido a la escasez de gasóleo para alimentar los generadores eléctricos que se usan cuando la electricidad falla. (Hans Lucas para MSF).

Líbano, país que tras más de un año sin gobierno ha alcanzado por fin un acuerdo para formar uno de unidad, se enfrenta a una de las peores crisis económicas del mundo. Y, en medio del clima de inestabilidad que ha reinado durante este periodo, la escasez de combustible y de medicinas de los últimos meses está ayudando a que su sistema sanitario se desintegre rápidamente.

Nuestros trabajadores en el país están experimentando directamente las consecuencias del colapso y hemos constatado cómo la prestación de servicios sanitarios esenciales se encuentra seriamente amenazada, lo que nos preocupa seriamente.

Los hospitales están teniendo que racionar sus servicios y los médicos se están viendo obligados a tener que tratar solamente a aquellos pacientes cuyas necesidades son más acuciantes. Muchas personas podrían morir por causas que, en circunstancias normales, serían totalmente evitables y por enfermedades o complicaciones médicas que, en su mayor parte, son fácilmente tratables. Morirán por el mero hecho de que los hospitales no disponen de electricidad, ni de los suministros adecuados, ni del personal necesario.

La crisis en Líbano ha sido impulsada por años de corrupción, y ahora estamos viendo que esto puede contribuir a la destrucción de todo un sistema de salud con la misma eficacia que la guerra o un desastre natural. El vacío político que ha habido hasta ahora en el país no solo es la causa de esta crisis sanitaria, sino que también está bloqueando las posibles soluciones a la misma. La situación es cada vez más complicada y, a menos que las autoridades pertinentes actúen con premura para encontrar una salida, las consecuencias para la población serán aún peores.


Escasez de gasóleo y combustible

La crisis económica ha devastado el poder adquisitivo de la población, ha provocado una inflación sin precedentes y ha complicado enormemente la importación de combustible al país. Los hospitales sufren a diario cortes de energía que duran horas debido a los cortes en la red eléctrica nacional, y a la escasez de gasóleo para alimentar los generadores eléctricos que se usan cuando la electricidad falla.

MSF no somos inmunes a estos cortes de energía. En nuestro hospital de Bar Elias, en el valle de la Bekaa, nuestros equipos se enfrentaron recientemente a las consecuencias de un corte de luz que duró más de 44 horas a lo largo de un periodo de tres días, lo que obligó a nuestro equipo médico a reducir las cirugías en un 50 por ciento durante esas tres jornadas y a racionar el uso de combustible en los generadores para tener al menos reservas que nos permitieran responder a las urgencias.

Nuestros equipos dependen regularmente de la capacidad de otros hospitales para llevar a cabo derivaciones de pacientes, pero esto es cada vez más difícil, ya que esos hospitales están dejando de prestar todo tipo de servicios médicos que no sean de urgencia para poder ahorrar combustible. Por ejemplo, uno de los hospitales públicos a los que nuestros equipos suelen hacer derivaciones nos informó recientemente de que ya no podrían recibir a más pacientes procedentes de nuestras instalaciones. Han tenido que cerrar su sala de psiquiatría para minimizar el uso de energía y también se encuentran desbordados.

Escasez de medicamentos

Los distribuidores y las farmacias de Líbano están sufriendo una escasez de fármacos y de medicamentos básicos procedentes del extranjero. Y el país no cuenta con reservas ni con la capacidad necesaria para producir la mayoría de estos medicamentos a nivel local.

En los últimos meses, en varios de nuestros proyectos, hemos recibido pacientes nuevos o antiguos que vienen desde los centros públicos de atención primaria, ya que estos no tenían los medicamentos que necesitaban. Algunas de estas personas habían sido estabilizadas previamente por nuestros equipos y derivadas al sistema público para el seguimiento a largo plazo de sus enfermedades crónicas, por lo que ahora tienen que llevar a cabo un doloroso camino de vuelta. Para nosotros es muy duro ver cómo se deteriora de nuevo la salud de personas cuya condición médica se encontraba estable, por el mero hecho de no disponer de los medicamentos que necesitan.

Por primera vez, los hospitales públicos a los que remitimos a las embarazadas para que den a luz se han visto obligados a pedir a nuestros equipos que les proporcionen oxitocina y magnesio, que son medicamentos esenciales para tratar afecciones posparto potencialmente mortales. Lamentablemente, no siempre somos capaces de prestarles ese apoyo o esos recursos. Las existencias en nuestras clínicas son limitadas, e incluso en aquellos casos en los que llevamos a cabo un pedido extra, este tarda mucho en llegar. Debido al complicado y a menudo caótico sistema público, los envíos de medicamentos desde el exterior tardan hasta ocho meses en llegar, lo que, en un contexto de una emergencia sanitaria como el que nos encontramos, es simplemente inaceptable.

Organizaciones humanitarias desbordadas

La crisis económica hace que la gente ya no pueda permitirse pagar una atención médica privada, lo que ha llevado a que se produzca un importante aumento del número de personas que solicitan acceder a los servicios sanitarios gratuitos de organizaciones humanitarias como la nuestra. Nuestros equipos son testigos de primera mano de esta situación, ya que cada vez tenemos más pacientes. Además, y al mismo tiempo, vemos cómo su nivel de vulnerabilidad no hace más que aumentar, ya que muchas de las personas que acuden a nuestras consultas nos piden que les ayudemos también económicamente o que les proporcionemos alimentos.

También en el valle de la Bekaa, donde proporcionamos atención médica reproductiva y servicios de salud mental, tanto para la población libanesa como para los refugiados sirios, así como atención médica para personas con enfermedades crónicas, el número de personas con problemas de salud crónicos atendidas por nuestros equipos ha aumentado en un 60% desde principios del año pasado, y el número de pacientes libaneses se ha duplicado. Concretamente, estamos haciendo seguimiento y prestando atención médica a unos 3.500 pacientes con enfermedades crónicas solamente en Hermel y Arsal, lo cual es verdaderamente preocupante, puesto que estamos alcanzando nuestros límites en ratios de personal médico por paciente, lo cual puede acabar traduciéndose en una reducción en la calidad de la atención que les prestamos.

Hace unos meses, también constatamos un aumento importante en el número de mujeres que acudían a nuestra maternidad en el sur de Beirut. Las mujeres embarazadas llegaron a tener que hacer cola fuera del centro y esperar durante horas para ser admitidas y recibir nuestros servicios gratuitos de atención prenatal y parto. Esto suponía un riesgo para ellas, por lo que tuvimos que empezar a llevar a cabo evaluaciones socioeconómicas para poder al menos atender a las mujeres embarazadas cuyas necesidades fueran más críticas. Saber que estamos proporcionando ayuda a quienes tienen menos medios supone un cierto alivio, pero esta situación nos hace también ser dolorosamente conscientes de que las necesidades son enormes y de que no podemos ayudar a todo el mundo.

Seguiremos cumpliendo con nuestro compromiso de prestar atención médica imparcial a las personas más vulnerables en la medida de nuestras posibilidades, pero la situación es grave y las autoridades deberán tomar urgentemente las medidas necesarias para garantizar el acceso de la población a los servicios médicos esenciales. Tendrán que buscar soluciones para que los medicamentos, los suministros y el combustible lleguen a los lugares donde resultan más necesarios. Las organizaciones humanitarias estamos aquí para ayudar, pero no podemos ni debemos sustituir al sistema sanitario de todo un país.

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