Para la gran mayoría de personas migrantes, la ruta terrestre entre América del Sur, Central y México hacia Estados Unidos suele ser la causa de múltiples heridas físicas y emocionales. Aunque huyen de la violencia e inestabilidad política, económica y ambiental en sus países de origen, el trayecto en busca de bienestar y seguridad está plagado de múltiples riesgos y amenazas. Selvas espesas, montañas interminables, ríos caudalosos, extorsiones, multas, secuestros, violencia sexual, discriminación e incontables penurias económicas; son algunos de los riesgos a los que se exponen quienes toman este camino.
Así lo cuenta Nancy*, una mujer venezolana que huyó con su esposo y sus pequeñas hijas de la escasez en Venezuela para buscar una nueva vida en Estados Unidos. Aunque tuvieron la fortuna de que llegar ilesos a un albergue en la Ciudad de México, ella recuerda con espanto el cruce por el Darién, la espesa selva que divide a Colombia de Panamá y que es para miles de personas el comienzo de la travesía hacia el norte del continente. “Haber expuesto a mis hijas a todos esos peligros y haber visto tantas personas sufriendo cosas terribles nos ha traumatizado”, afirma.
Marcela* no tuvo la misma suerte que Nancy y su familia. Esta mujer hondureña tuvo que huir con lo puesto para salvar su vida y en el camino fue víctima de asalto y de acoso sexual. Aunque para ella se trató de una experiencia traumática, esa no es actualmente la principal de sus preocupaciones. “Hay muchos días que me ha tocado caminar durante horas y pasar mucho tiempo sin comer en búsqueda de un trabajo. Para mí lo más difícil en este momento es conseguir dinero para sobrevivir”, explica desde uno de los albergues de la Ciudad de México en donde vive desde hace unas semanas.
Como Marcela y Nancy, miles de personas migrantes en esta ciudad cargan a cuestas los impactos del camino, agravados por la escasa respuesta de las autoridades que deberían garantizarles la protección y la asistencia humanitaria a la que tienen derecho. “En Ciudad de México, estas poblaciones enfrentan dificultades para acceder a un albergue y para obtener los medios básicos de subsistencia, e incluso en muchos casos terminan en situación de calle. Además, sufren limitaciones en el acceso a servicios de atención médica y psicológica adecuada a sus necesidades”, afirma José Antonio Silva, coordinador del proyecto de atención a personas- migrantes de Médicos Sin Fronteras en Ciudad de México.
MSF es una de las organizaciones humanitarias que intenta cerrar estas brechas, especialmente en el acceso a atención en salud. A través de clínicas móviles que se desplazan diariamente a distintos albergues de la ciudad, los profesionales de la organización identifican a las personas que requieren asistencia prioritaria para canalizarlas hacia el sistema público, o atenderlas directamente cuando se trata de salud mental. En estos casos, el hecho de que gran parte de ellas estén de paso por la ciudad impone un reto adicional para brindar esta asistencia.
“Ante la escasa oferta de servicios y la poca información existente respecto a este tema, una de nuestras prioridades en los albergues es acercarnos a la gente, promocionar nuestras actividades e informar sobre la importancia de la salud mental. Así encontramos a las personas que más nos necesitan”, cuenta Sebastián Miranda, uno de los psicólogos de MSF. Gracias a ese método, entre enero y agosto de este año MSF ha realizado 381 consultas de salud mental a personas migrantes en Ciudad de México.
Cerca del 60 por ciento de la población en movimiento manifiesta como principal motivo de consulta el haber sido víctima o presenciado algún acto de violencia. Los tres diagnósticos principales que se encuentran en las consultas son trastornos relacionados con ansiedad 44.9 por ciento (incluidas reacciones agudas al estrés), depresión 26.6 por ciento y trastorno de estrés post-traumatico 10.5 por ciento.
Usando herramientas como “el estresómetro”, que ayuda a nombrar los diversos síntomas de esta sensación, las personas logran identificar los factores que están afectando negativamente su salud emocional y los expresan abiertamente en la consulta. Fue una de estas técnicas la que le permitió a una de las hijas de Nancy encontrar la causa de un malestar que la aquejaba desde que llegaron a México. Fue tal el cambio que ella notó en su hija, que también accedió a pedir una consulta con el equipo de MSF. “Me pude desahogar y también me sentí bien aconsejada, después de eso me he sentido bastante mejor”, reconoce Nancy.
“Además de la exposición continuada a la violencia desde los lugares de origen y en el trayecto, las personas migrantes también ven afectada su salud emocional por las condiciones precarias de hábitat, la escasez económica, la separación familiar y la incertidumbre de su situación”, explica Miranda. “Por eso tratamos de que nuestras consultas sean efectivas y precisas en el sentido de encontrar la causa de la angustia psicológica, diseccionarla y de ahí sacar las herramientas más benéficas para las personas”.
“Diariamente en nuestro trabajo nos damos cuenta de los impactos de la migración sobre la salud mental de las personas y de la importancia de ampliar el acceso a cuidado integral en este aspecto”, afirma Silva. En esto coincide Marcela, quien está siguiendo un proceso terapéutico con MSF para trabajar en las afectaciones emocionales que le ha causado la experiencia migratoria: “Es necesario que haya más doctores sobre la salud mental y que no sea un tabú ante la sociedad, porque atenderse la salud mental es como atenderse la salud física, si no estás bien en ambas no eres feliz contigo mismo”, concluye.