El nivel de apoyo humanitario disponible para responder a las necesidades críticas de la población en el norte de Nigeria disminuye drásticamente. En el noroeste persiste una crisis humanitaria, con niveles catastróficos de desnutrición y brotes recurrentes de enfermedades prevenibles. Sin embargo, los donantes y las organizaciones de ayuda ignoran en gran medida la situación.
En los últimos años, más de 600 mil personas han sido desplazadas de sus hogares en el noroeste de Nigeria como resultado de la violencia extrema, el deterioro de las condiciones económicas y el cambio climático. A pesar de las alentadoras señales de movilización de los actores humanitarios y los donantes en 2023. Desde Médicos Sin Fronteras (MSF) advertimos que la financiación y la ayuda disponibles actualmente son insuficientes para las crecientes necesidades humanitarias de la población.
Si bien las regiones noreste y noroeste siguen afectadas por altos niveles de desnutrición y enfermedades prevenibles, la no inclusión de estas últimas en todos los Planes de Respuesta Humanitaria (HRP) anteriores es alarmante. “Hemos expresado repetidamente nuestra preocupación a la ONU y a los donantes por la alarmante y deteriorada crisis humanitaria en el noroeste”, afirma Ahmed Bilal, jefe de misión de MSF. “La falta de reconocimiento de la crisis impacta en las necesidades sanitarias y humanitarias de la población, retrasando la respuesta que se necesita desesperadamente”.
Las personas que viven en los estados de Zamfara, Sokoto, Katsina y Kebbi se han visto afectadas por la violencia persistente, principalmente por el bandidaje armado y secuestros en el noroeste de Nigeria. El año pasado, más de 2 mil personas murieron en más de mil incidentes violentos en la región, según el Armed Conflict Location & Event Data Project. Además de verse desplazadas de sus hogares, las personas han perdido sus medios de vida. A menudo, ya no pueden llegar a sus granjas por razones de seguridad. Luchan por encontrar alimentos y el acceso a la atención médica y otros servicios básicos se ha vuelto cada vez más difícil y peligroso.
La crisis ha disparado tasas de desnutrición y otras enfermedades. Se estima que alrededor de 2,6 millones de niños y niñas padecen desnutrición aguda severa en el país, de los cuales 532 mil 163 se encuentran en Sokoto, Katsina y Zamfara según encuestas nutricionales nacionales realizadas por UNICEF y las autoridades.
El año pasado, los equipos médicos de MSF que trabajamos en los estados de Kebbi, Sokoto, Zamfara, Katsina y Kano tratamos a 171 mil 465 niñas y niños con desnutrición en régimen ambulatorio e ingresaron a 32,104 menores por desnutrición aguda grave potencialmente mortal, un aumento del 14% respecto al año anterior. En Katsina, MSF encontramos altos niveles de desnutrición aguda en 2023. El 17,4% de los pacientes pediátricos encuestados sufrían desnutrición aguda en el área del gobierno local de Jibia al comienzo de la temporada de escasez. Ni siquiera cuando el acceso a los alimentos es más difícil.
La alta tasa de admisiones a centros hospitalarios ha ido acompañada de tasas de mortalidad alarmantes, como fue el caso de uno de nuestros centros apoyados en el estado de Zamfara, donde alcanzó el 23,1%. Lamentablemente, muchas niñas y niños están muriendo dentro de las 48 horas posteriores a su llegada en condiciones críticas. Demasiado tarde para salvarles debido a las barreras para acceder a la atención médica. En total, 854 menores ingresados en las instalaciones de MSF en el noroeste murieron entre 24 y 48 horas después del ingreso en 2023.
Cuando las personas enferman, sus familias se ven obligadas a evaluar los riesgos de viajar a un centro de salud y quedarse sin atención médica. “No recuerdo cuántas veces han atacado mi pueblo”, afirma Aisha, su bebé recibe tratamiento en un centro de MSF en Gummi, Zamfara. “Tenemos miedo de viajar, pero no tuvimos otra opción porque mi bebé estaba muy enfermo. La clínica de mi pueblo carece de personal sanitario y de medicamentos”.
Los brotes de enfermedades prevenibles, como la malaria, el cólera, la meningitis, el sarampión y la difteria, son recurrentes y generalizados. En 2023, MSF en el noroeste de Nigeria tratamos 169 mil 954 casos de malaria, 4 mil 462 casos de cólera, 1,548 casos de meningitis, 1,850 casos de sarampión y 13 mil 290 casos de difteria.
Para las organizaciones humanitarias, las limitaciones de seguridad dificultan el acceso a ciertas áreas, mientras que la escalada de violencia impacta o impide su trabajo. En septiembre pasado, los equipos de MSF en el estado de Zamfara se vieron obligados a dejar de brindar apoyo a un centro de nutrición para pacientes hospitalizados en Anka. personal de MSF fue evacuado temporalmente de Zurmi debido a los intensos combates que se estaban produciendo junto al hospital.
En 2023, los donantes y las organizaciones de ayuda mostraron algunos pequeños signos de creciente interés y movilización en el noroeste de Nigeria. Sin embargo, la financiación no ha llegado. En un clima de recortes de ayuda mundial, las pocas agencias que trabajan en la región no tienen capacidad para ampliar su trabajo.
“Estamos muy alarmados por la inminente reducción de la financiación de las actividades de algunas organizaciones en un contexto de recortes globales de la ayuda humanitaria”, afirma el representante de MSF en el país, Simba Tirima. “Aunque MSF no depende de fondos gubernamentales o institucionales para sus actividades, no es el caso de la mayoría de las organizaciones de ayuda en el noroeste, cuya financiación depende en gran medida del Plan de Respuesta Humanitaria de la ONU”.
El año pasado hubo señales esperanzadoras para el noroeste, pero se han desaprovechado una serie de oportunidades y no puede volver a ocurrir lo mismo en 2024. Este año podría convertirse en el peor en cuanto a necesidades humanitarias y sufrimiento de la población.
Para aliviar el sufrimiento de las poblaciones vulnerables, en Médicos Sin Fronteras creemos que se debe priorizar la prevención y el tratamiento de la desnutrición. Vacunar a las personas contra enfermedades prevenibles, incluyendo la mejora de las inmunizaciones de rutina y campañas de vacunación como respuesta a los brotes de enfermedades persistentes. Esto es primordial para reducir la morbilidad y la mortalidad entre la población vulnerable, en particular las niñas y niños menores de cinco años.