Para ingresar al sitio nuclear más grande de Europa, un visitante debe usar trajes de construcción, botas con punta de acero, un casco y un dispositivo de tamaño de localizador que suena si los niveles de radiación son demasiado altos. La contaminación entra en el cuerpo a través de heridas abiertas, por lo que cualquier corte debe ser vendado con cinta médica. En el camino, después de quitar su equipo de protección, un guardia de seguridad barre su cuerpo con un dispositivo de detección de mano para asegurarse de que no hay ningún tipo de residuos. Es tan inquietante como suena.
Se trata de Sellafield, ubicado en la costa del mar de Irlanda, a más de 482 kilómetros al norte (y un poco al oeste) de Londres. En los albores de la Guerra Fría, el Reino Unido eligió este sitio como el lugar para empezar a enriquecer el uranio para su primera arma nuclear. Pero en la prisa del país para construir una bomba, poco se pensó en cómo deshacerse de los desechos. Gran parte de ellos fueron colocados en estanques de hormigón más grandes que las piscinas olímpicas. En 1957 un incendio del reactor contaminó el campo local y una fusión devastadora fue apenas evitada.
Generaciones más tarde, científicos, ingenieros y oficiales gubernamentales siguen luchando con los desperdicios restantes. Los estanques de hormigón, rodeados de andamiaje destartalado y mohoso, están llenos de agua verde que mantiene los residuos frescos. Cientos de toneladas de material radioactivo están en las estructuras, arriesgando fugas en el suelo o un incendio. El área ha sido clasificada como de 'riesgo tolerable' por no cumplir con las normas de seguridad modernas, un problema que debe ser abordado durante las próximas dos décadas. "Hay un tiempo imperativo", afirmó Rebecca Weston, directora técnica de Sellafield.
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Esa urgencia está llevando a Weston y a sus colegas a buscar ayuda de los robots, un paso importante para el delicado negocio de los desechos nucleares. Los avances en la ingeniería del software y del hardware están permitiendo que las máquinas alcancen las áreas contaminadas que los seres humanos nunca podrían sobrevivir. El gobierno de Reino Unido gasta alrededor de 2 mil millones de libras esterlinas (unos 2 mil 500 millones de dólares) al año en Sellafield, ayudando a que la región campestre de West Cumbria sea una prueba inesperada para la tecnología de desmantelamiento nuclear. "He viajado a Corea y Japón, a Fukushima, y West Cumbria es vista como un centro de tecnología", dice Mark Telford, director gerente de Forth Engineering, una compañía de robótica que trabaja con Sellafield.
Forth está desarrollando una máquina de seis patas de 500 mil libras esterlinas (623 mil dólares) del tamaño de una mesa de centro. El robot está lleno de cámaras y sensores para ver su entorno. Una pinza gigante en el frente toma el material contaminado y lo rompe. Los imanes en los pies de la máquina le permitirán arrastrarse por las paredes. Cuenta con un software de inteligencia artificial para trabajar sin necesidad de humanos en los controles. "El robot tomará sus propias decisiones sobre cómo camina, lo que ve y la interpretación de su entorno", asegura Telford.
En el interior de los estanques de residuos en desuso de Sellafield, los robots de otros fabricantes recogen lodo y otros desechos y los depositan en contenedores de acero colocados posteriormente en silos. "Esa pequeña máquina ha quitado miles de artículos", dice el operador de drones Keith Ashbridge.
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Los robots están dando a los funcionarios una mirada dentro de las áreas contaminadas que habían sido abandonadas durante mucho tiempo. Createc, otro desarrollador que trabaja con Sellafield, ha diseñado un drone cuadrirrotor lo suficientemente ágil como para volar a través de agujeros hechos por el incendio del reactor de 1957. Está cargado con cámaras, sensores de presión de aire, girómetros, acelerómetros y otras herramientas de medición que trazan mapas 3D localizando el material radiactivo. Funcionarios de Japón han contratado a Createc para construir este tipo de mapas para la limpieza de Fukushima.
Aquellos que han trabajado en el desmantelamiento de Sellafield dicen que la tecnología no es una bala mágica. Limpiar adecuadamente el sitio de 70 años de antigüedad, que alberga a 10 mil empleados y su propio servicio ferroviario, departamentos de policía y bomberos, costará al menos 90 mil millones de libras esterlinas (más de 112 mil millones de dólares), detalló Paul Dorfman, investigador honorario en Energy Instituto en el University College de Londres. Incluso mientras los robots trabajan para limpiar las zonas más peligrosas de Sellafield, más residuos continúan llegando de otros lugares de Japón y Europa. En total, Sellafield alberga uno de los mayores yacimientos de plutonio del mundo y recibe cerca de 800 millones de libras (997 millones de dólares) al año para reprocesar y gestionar el combustible nuclear gastado.
Dorfman afirma que los problemas de Sellafield reflejan cómo el gasto y el peligro de ocuparse de desechos nucleares a menudo se subestiman enormemente. El costo estimado del gobierno para limpiar Sellafield casi se ha duplicado en la última década. Con la energía renovable cada vez más barata, el investigador asegura que el beneficio libre de carbono de la energía nuclear no vale la pena por el riesgo. "Hay que entender la profundidad del problema". Los residuos nucleares permanecen radiactivos durante miles de años, y el gobierno todavía no tiene un lugar a largo plazo para almacenarlos, incluso si los robots pueden limpiarlo con eficacia. Estados Unidos, Francia, Alemania y Japón se enfrentan a problemas de almacenamiento similares.
Incluso si todas las centrales nucleares del mundo estuvieran cerradas mañana, se tardaría un siglo o más en ocuparse de los residuos, y esa tarea recaerá cada vez más en las máquinas. Con potentes robots que en la próxima década adquirirán mejores habilidades de toma de decisiones, dándoles la capacidad de improvisar dentro de ambientes impredecibles, indicó Paul Mort, quien lidera la robótica de Sellafield y el desarrollo de sistemas autónomos. "No está tan lejos", dice. En una época en la que la gente está preocupada por los robots que podrían robarles el trabajo, esta es una tarea que los seres humanos con mucho gusto ceden a las máquinas.