Seattle. Tuvo que pasar año y medio desde el inicio de la pandemia, para que el Silver Muse se convirtiera en el primer crucero que volvió a navegar en las costas de Alaska; el estado más grande de la Unión Americana, adquirido a los rusos en el siglo XIX.
La belleza de sus paisajes boscosos; la abundancia de su fauna marina y terrestre y la permanencia de las culturas originarias son algunos atractivos que han convertido a este lugar en un gran destino para los cruceros en una temporada que va de junio a septiembre.
En esta ocasión fue en las últimas semanas de este periodo, momento en que se aproximan la lluvia y el frío, cuando creció la demanda de pasajeros; junto con la confianza de que no habría más contagios ni historias de barcos buscando donde atracar, como ocurrió en marzo de 2019.
Esa seguridad impulsó el entusiasmo por viajar otra vez, por hacerse a la mar, por vivir el presente cuando no pocos de los clientes habituales de estos cruceros de lujo consideraron en algún momento que no lo harían de nuevo.
Las navieras como Silversea han revisado y ajustado sus protocolos sanitarios a las disposiciones de las autoridades de los puertos de salida y regreso (home ports), lo que fue cualquier cosa menos una tarea sencilla.
Pero allí estaba el Silver Muse terminando la temporada por Alaska y listo para emprender un largo viaje, hasta llegar a Japón en busca de su próxima ruta.
Bioseguridad
Rico Dubreil, director de crucero en el Silver Muse, explicó que actualmente cada uno de los pasajeros debe presentar el carnet de que recibió las vacunas y además es sujeto a una prueba obligatoria de antígenos antes de abordar.
Un proceso que se logra en menos de una hora, pero hay que considerar que se trata de un barco que ha tenido máximo 300 pasajeros, alrededor de la mitad de su capacidad.
Cada vez que regresa un crucero al puerto de embarque, debe estar vacío a las 9:30 am porque es sujeto a un proceso especial de sanitización que implica fumigar todas las áreas comunes y las suites.
También es una recomendación usar tapabocas en las áreas de convivencia, salvo en los restaurantes y en las áreas de consumo que se encuentran al aire libre.
Cada viajero recibe una cartera con toallas y otros productos de protección y la tripulación tiene prohibido descender del barco durante cuatro meses que dura cada temporada.
Con el propósito de que no decaiga el ánimo, ahora tienen acceso al internet de alta velocidad para videollamadas con sus familiares; reuniones sociales internas; proyección de películas y pláticas de motivación.
Pero el deseo de viajar crece de nuevo y Dubreil dijo que ya hay reservaciones con tres temporadas de anticipación y que prácticamente cada semana está aumentando.
La puerta de entrada
El primer puerto que el Silver Muse toca en este recorrido a la última frontera de América, después de dos días de navegación, es Kertchikan, con sus bellos paisajes y su rica cultura nativa.
Es un pequeño y pintoresco lugar que se puede recorrer a pie si cuentas con una condición física media que te permita ascender por algunas callejuelas cuesta arriba hasta Creek Street.
Aquí sacar la cámara y apuntar a las casitas coloridas montadas en palafitos que reflejan su imagen sobre el agua es una acción obligada, ya que es considerada la calle más fotografiada de Alaska.
Este antiguo barrio cambió su vocación de entretenimiento para adultos a una actividad más “fresa”, ya que se ha convertido en una zona de artesanía y museos.
Desde un puente se observan a algunas focas persiguiendo a los salmones en su frenética carrera contra corriente para desovar, algunos lo logran, pero los que no, terminan como desayuno de estos mamíferos o se convierten en el manjar de los osos.
Ketchikan se describe a sí misma como la “Capital Mundial del Salmón”, bien conocida por su pesca y además de los tours para capturar estas rosadas presas, también se pueden comprar empacados al vacío en el Mercado de Salmón.
La Aldea de nativos de Saxman es otro imperdible para observar más de 25 tótems tallados en un entorno de bosque pluvial glaciar y de la Casa del Clan, que cuenta con una fantástica talla en su fachada.
De regreso al barco hay múltiples tiendas de artesanías, galerías y joyerías, si es que se desea llevar un souvenir.
Un ecosistema frágil
En las rutas de navegación por Alaska no hay grandes ciudades, ni centros comerciales particularmente importantes; en cambio abre la posibilidad de descubrir pequeñas poblaciones enmarcadas en paisajes espectaculares y la posibilidad de hacer paseos únicos.
Sitka alojó a una de las poblaciones rusas más importantes en el pasado y la Catedral de San Michael da testimonio de ello, pues sigue los parámetros arquitectónicos desarrollados en la potencia euroasiática.
El Museo Sheldon Jackson aloja una importante colección de piezas de arte no sólo provenientes del origen ruso de Sitka, sino de las comunidades originales y también de creadores contemporáneos.
Mientras que el Centro de Aves de Presa de Alaska se dedica a rescatar a las grandes aves de la región, como las águilas calvas, los halcones, los búhos y las lechuzas.
Nosotros optamos por hacer un paseo en bote para ver ballenas jorobadas y orcas, focas gigantes y nutrias, esos simpáticos animales que pasan gran parte de su vida flotando boca arriba, mientras golpean ostras con sus manos para comer diariamente una cantidad equivalente a su peso.
La siguiente parada fue en Icy Strait Point, un sitio aislado y poco accesible cuyos habitantes sostienen que hay más osos pardos que personas.
Un paseo de un par de horas en bote por los alrededores fue suficiente para ver más de una decena de ballenas jorobadas; que siempre serán fascinantes cuando se hunden y sacan su cola simétrica antes de hundirse en las profundidades del mar.
Este lugar también es considerado un paraíso para la pesca del salmón, el cual abunda en sus cinco variedades que son rosado, keta, plateado, rojo y el más apreciado de todos que es el salmón real.
Un nuevo punto en el trayecto es Skagway, donde es imprescindible abordar el tren White Pass and Yukon Route que conecta a esta ciudad con Whitehorse, la capital de Yukón en Canadá.
Aunque hay limitantes para hacer todo el recorrido por la pandemia, transitar a bordo de uno de sus vagones durante hora y media, abre la posibilidad de observar algunos de los paisajes montañosos más dramáticos de la zona.
Los glaciares en las partes más altas de la montañas; las paredes de piedra a veces de más de mil metros de altura y los ríos serpenteantes en el fondo de los cañones, confirman la fama bien ganada que tienen los trenes escénicos del norte de América como unos de los más espectaculares del mundo.
La cereza del pastel
Paradójicamente a la capital de Alaska solo se puede llegar en avión o barco, ya que no hay caminos a Juneau; así es que no deja de sorprender que la capital de ese estado tampoco sea una gran metrópoli estadounidense.
Sin embargo, esta ciudad histórica tiene mucho que ofrecer. El punto principal de afluencia es el muelle donde cruceros, barcos de pesca y ocasionalmente hidro-aviones llevan a los visitantes a este destino único.
Aunque la comida del Silver Muse en sus ocho restaurantes es excepcional, nuestro mayor anhelo era probar las manitas de cangrejo de Alaska y para ello nada como el Tracy´s King Crab Shack, frente al muelle.
Un changarro más bien tirándole al McDonals, de mesas corridas, de ordena y siéntate donde puedas, con vino de lata y precios del Au pied de cochon; pero cuando das el primer bocado te sientes comiendo en la meca de los crustáceos. No por nada todo aquel que baja del barco los quiere probar.
Probablemente una de las razones por las que los turistas van a Juneau es para visitar el glaciar Mendenhall y las cascadas Nugget. Y si esto lo puedes hacer desde un helicóptero, es como sacarte la lotería.
Pero como el clima no tiene palabra, nuevamente me quedé vestida y alborotada, así que me conformé con subir al teleférico Mount Roberts Tramway y llegar a la cima desde donde se aprecia una vista panorámica de la ciudad.
Pero no todo estaba perdido, como el barco pernocta en Juneau, al día siguiente abordamos una pequeña embarcación para navegar entre las imponentes paredes de piedra en Tracy Arm Fjord.
Este fiordo es una de las atracciones más famosas de Juneau y apenas inició la navegación me salí a cubierta a pesar del viento y la incipiente lluvia para estar en primera fila.
Por el estrecho fiordo empezaron a aparecer paisajes increíbles sobrevolados por águilas calvas, icebergs y cascadas a las que el intrépido capitán desafió metiendo la nariz del barquito bajo su chorro.
Así de sorpresa en sorpresa apareció el hermoso glaciar, imponente, tranquilo, con sus azules muros erguidos demostrando que, a pesar de todo, él aún está ahí, vivo y en movimiento.
Luego de un largo tiempo y miles de fotografías nos dio su espectáculo final, un tronador desprendimiento que fue como ponerle la cereza a ese pastel de gélido merengue de hielo.
Después de este show que solo la naturaleza es capaz de ofrecer, dimos la vuelta y como un guardián silencioso el Silver Muse estaba ahí, aguardando por sus huéspedes para acogernos de nuevo en sus confortables instalaciones.
Lentamente, el barco navegó de regreso entre las aguas glaciares para alcanzar otras más agitadas que nos llevarían de regreso a Seattle, de donde esta aventura desafiando al Covid dio inicio, para vivir uno de los días más felices de mi vida: Estar de vuelta como viajera.