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Sheinbaum: algunas diferencias y semejanzas con AMLO

El muy posible triunfo de la candidata presidencial será un cambio cultural. Y con López Obrador podría desmarcarse en temas energéticos, pero el proyecto de la 4T seguirá.

Dentro de un mes se celebrarán las elecciones federales en México, que definirán a la próxima presidenta de la República así como la composición del Congreso, los resultados de nueve gubernaturas, casi la totalidad de las alcaldías del país y un número muy relevante de congresos estatales.

De acuerdo con los indicadores que marcan las encuestas, así como del análisis del Barómetro Bloomberg, salvo que se produjera alguna sorpresa inesperada, Claudia Sheinbaum sería la próxima presidenta de México.

Desde luego es destacable que sería la primera mujer en la presidencia de la República. A veces, ese hecho no se dimensiona, pero es un cambio cultural de altísima relevancia en un país en el que, por ejemplo, de poco más de 50 bancos, sólo en uno de ellos hay una mujer como directora general.

Todavía no sabemos lo que eventualmente implicaría en el día a día de la gestión del gobierno el hecho de que hubiera una presidenta y no un presidente. Pero, sin duda habrá importantes diferencias.


Más allá de esa circunstancia cultural, hay una interrogante en muchos ámbitos de la sociedad mexicana, respecto al tema de la continuidad y las diferencias que pudieran presentarse en una administración encabezada por Sheinbaum, respecto a lo que ha sido el sexenio de López Obrador.

Al responder lo que significa esa disyuntiva, tenemos entre los analistas diversas lógicas. Hay algunos que piensan que Claudia será simplemente un instrumento operativo para que López Obrador continúe con el control de las políticas públicas del país. Otros piensan que eso no será posible.

La historia de México muestra que desde hace casi 100 años, los intentos de varios presidentes de mantener el control del país después del fin de su sexenio acaban en un naufragio. Me parece que, como en muchas ocasiones, la realidad está en un punto intermedio entre las dos visiones señaladas.

Hoy las condiciones son diferentes respecto al pasado. Nunca, en la historia reciente, habíamos tenido un presidente con tanto poder como Andrés Manuel López Obrador, y hay algunos que consideran que esa particularidad se va a imponer a otras reglas.


La última ocasión que hubo control político de un expresidente después de dejar su cargo fue con Plutarco Elías Calles, cuando se generó lo que históricamente se conoce como ‘el maximato’, a partir de 1928 y hasta 1936. Tras el asesinato de Álvaro Obregón, los cuatro presidentes que le siguieron fueron subordinados de Elías Calles.

Hubo que esperar a que llegara a la presidencia de la República Lázaro Cárdenas, en 1934, para que en 1936 lograra sacudirse el control del llamado Jefe Máximo, al que mandó al exilio en Estados Unidos. Desde entonces, en varias ocasiones, ha habido intentos de mantenerse con el control del poder, pero nunca se ha conseguido. Entre los más visibles estuvieron Miguel Alemán, en 1952; Luis Echeverría, en 1976, y, Carlos Salinas, en 1988.

Desde luego, la percepción de López Obrador y de sus cercanos, es que tampoco nunca había existido un proceso como lo que ellos denominan la “Cuarta Transformación”. Así que algunos piensan que también el futuro será inédito.

Me parece que, por simple sobrevivencia política, la candidata de Morena, Claudia Sheinbaum, y sus aliados a la presidencia de la República, buscará marcar diferencias respecto a su predecesor.

Eso no significa que vaya a renegar de lo sustantivo del proyecto político de López Obrador. Creo que pueden estar tan equivocados aquellos que piensan que Sheinbaum va a dar un golpe de timón como otros que suponen que va a ser simplemente una operadora de los mandatos de AMLO.

Por la historia de Claudia y por las restricciones políticas, institucionales y legales que tiene, va a mantener elementos del proyecto encabezado por López Obrador. Pero ningún político mexicano de cualquier corriente puede sobrevivir si no marca una diferencia clara respecto a su predecesor en la presidencia de la República.

A mi juicio, estas diferencias ya se han ido dibujando. Quizás el caso más evidente tiene que ver con la política energética. En la visión de López Obrador, la transición energética, no tenía cabida en su visión aunque a veces la citara.

Él es un político hecho alrededor de los hidrocarburos. La composición del equipo en el sector de la energía, también respondía a esa circunstancia, lo mismo que las políticas en materia petróleo, electricidad y otros ámbitos.

Claudia Sheinbaum, durante su campaña, ha expresado insistentemente que desde siempre ha sido una partidaria de la transición energética.

Por esa razón, es muy probable que en este ámbito haya diferencias notorias. Eso no va a significar el regreso a políticas orientadas al mercado en el ámbito de la energía. Claudia también tiene la visión, como AMLO, de que son las empresas estatales las que deben regir la conducción de la política en materia de energía.

Sin embargo, es muy probable que veamos giros que permitan que las inversiones privadas, sobre todo en el ámbito de la electricidad, vuelvan a empujar a las energías renovables, y también veamos a Pemex y CFE cambiando su lógica para moverse hacia la generación de energías alternas que serían uno de los leitmotiv fundamentales de la próxima administración. Pero, Claudia no estaría en un día de campo ante estos cambios.

El gobierno actual dejará sembrada toda una visión, a propósito de lo que debe ser este sector, y en esa perspectiva la transición energética real está en un lugar muy secundario.

De acuerdo con algunos conocedores, la estructura operativa de empresas como Pemex o como la Comisión Federal de Electricidad (CFE), pueden jugar un papel muy relevante. Aunque llegaran directores generales con una visión modernizadora y que empujaran a la búsqueda de energías no contaminantes, es muy probable que buena parte de las capas intermedias de directores, gerentes y técnicos de ambas empresas se resistieran al cambio.

En empresas tan grandes y con tantos años de funcionamiento, la estructura de mandos puede ser determinante y limitar la posibilidad de dar un giro a la orientación de sus políticas y actividades.

Así que, en materia de energía, así siga Sheinbaum en lo esencial la política de López Obrador, cuando intente darle un sello propio a las actividades de estas empresas, probablemente se va a enfrentar con restricciones derivadas del control que ejercen en ellas los mandos que están allí desde hace largo tiempo y que se han identificado recientemente con AMLO y sus operadores en el sector energético.

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