¿Ya no se vale repetir plato en la tamaliza? En la última década, la inflación nos ha pegado justo en el estómago: alcanzó a platillos económicos y llenadores como los tamales.
Los tamales son un alimento veloz de las calles, en la CDMX una guajolota (torta de tamal) en ‘guajolocombo’ (con atole) es capaz de darle un buen susto al hambre durante toda la mañana, aunque la tamaliza por excelencia llega el 2 de febrero, Día de la Candelaria, cuando las enormes vaporeras salen una tras otra para llenar el antojo.
“¡Tamales cernidos de chile, de dulce, de manteca, con carnitas, con manjar blanco!”, anunciaban las vendedoras en el siglo XIX, según relata el cronista Guillermo Prieto; grito que luego se transformó en “Ya llegaron sus ricos y deliciosos tamales oaxaqueños” o en una frase que se dice en un bocado “¡Hay tamaleeees!”.
¿Cuánto se gana al vender tamales?
Esta preparación es el oficio de miles de personas en México, tan solo para noviembre de 2021, el Directorio Estadístico Nacional de Unidades Económicas (DENUE) del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi) registraba 14 mil 72 negocios dedicados a la producción o venta de tamales en el país.
De acuerdo con Elvia Ramos, propietaria de Tamales Kilotzin, establecimiento que cuenta con tres sucursales en CDMX, este es un negocio cuya inversión mensual reditúa entre el 10 y 20 por ciento después de gastos de operación, “algo que no te lo da un banco”.
Además, en su experiencia, lo que se vende en un Día de la Candelaria es el equivalente a 45 días de ventas en el negocio: “Todos tus clientes del mes van el 2 de febrero”.
¿Cuánto ha subido el precio de los tamales?
Según reportaban los medios en febrero de 2013, en aquel entonces los tamales tenían un precio de 7 a 11 pesos. También se vendía la docena por alrededor de 90 pesos. Su precio ha aumentado hasta 3 veces en la última década.
Es más, en 2020 una ‘guajolota’ costaba de 12 a 35 pesos, según el tamaño y la cantidad de carne, precio por el que actualmente se vende solo un tamal.
Si nos vamos aún más atrás en el tiempo, hay registros de que en 1928 en Santa Anita, Ciudad de México, se vendría un plato de tres tamales en 50 centavos; o bien en 1933 uno costaba 20 centavos en la colonia Roma.
Desde que Elvia Ramos empezó su proyecto en 2015, considera que los gastos han subido más del 100%, sobre todo los insumos como:
- Manteca
- Hoja de maíz
- Mermeladas, en especial si se hacen con fruta natural, ya que ese valor en el sabor implica un alto costo.
- Luz: para quien tiene un negocio comercial el costo de electricidad puede subir.
¿Cuánto cuesta un tamal en 2023?
En la actualidad, en el negocio de Elvia Ramos cada tamal tiene un precio de 25 a 27 pesos, según el sabor; también ofrecen guajolotas y por temporadas de calor, cuando los tamales no son tan buscados, han sumado platillos como los chilaquiles.
La dinámica en un local suele cambiar a diferencia de en un puesto, explica, ya que “en la calle siempre se consume el tamal, siempre es requerido, la gente come tamal a cualquier hora”.
El precio de los tamales varía según la zona y el tipo, ya que hay algunos sencillos y hasta propuestas gourmet, vegetarianos, veganos y demás sabores originales.
Por ejemplo, en un puesto, el precio puede ir de 15 a 30 pesos, o bien, en otros locales como la Tamalería Nativitas, donde el presidente Andrés Manuel López Obrador suele encargar los suyos, el precio es de 28 a 38 pesos, con variedad de oaxaqueños y hasta el de chipilín que tanto le gusta al tabasqueño.
Hay opciones gourmet como Molino El Pujol, una proyecto en la Condesa del reconocido chef Enrique Olvera, donde destaca porque se hacen con maíz criollo y valen 610 pesos la docena para el Día de la Candelaria, o de 75 a 95 pesos a la carta.
Hacer tamales requiere de largas jornadas, ya que, de acuerdo con Elvia Ramos, para hacer la producción de un día se requiere de toda la mañana, de 8:00 a 14:00, sin contemplar el tiempo para comprar materia prima.
¿Quiénes compran los tamales?
La propietaria de Tamales Kilotzin explica que los oficinistas, estudiantes y las amas de casa suelen ser los principales clientes, este alimento es una forma veloz de resolver el tema del desayuno, comida o cena.
Curiosamente, las personas de la tercera edad también son asiduos en ciertas colonias como la colonia Espartaco, además, buscan cada vez más los tamales veganos y vegetarianos por un tema de salud, ya que no tienen manteca, sino aceite de soya:
“A los viejitos les crea mucha nostalgia. Comprar un tamal es más un tema nostálgico y de identidad, les recuerda mucho a sus padres, es lo que nos cuentan, ‘yo recuerdo cuando mi mamá o mi abuelita me ponía a batir la masa’. Para la gente mayor es mucho recuerdo de cómo cocinaban sus abuelos”.
El consumo de tamales se ha vuelto cada vez más apresurado, incluso durante la pandemia sus sucursales incrementaron sus ventas a través de plataformas de delivery:
“La gente los hacía más tamales antes en sus casas, ahora que ya hay más opciones ya no se desgasta, no tienen tiempo... a veces ya ni siquiera quieren ir al negocio, lo piden por plataformas”.
Según explica el historiador Jeffrey M. Pilcher en Vivan los tamales, estos alimentos son parte de las identidades: “Los matices individuales de sabor y textura permiten que las familias mexicanas distingan los tamales de la vecina de los suyos propios por la combinación peculiar de chile y hierbas o por detalles sutiles de la forma en que la masa se distribuye en las hojas”.