La historia de la producción de vino en América es un tema difícil de entender. En primer lugar, existen documentos que se contraponen en cuanto a las leyes, los impuestos, prohibiciones, entre otros, y los que nos llegan muchas veces no son del todo verídicos, había la costumbre de no escribir los asuntos tal cual eran, las autoridades solo apuntaban lo que era estrictamente necesario y lo que querían informar a la Corona española, es decir, lo que les convenía.
Por otro lado, estaba la producción y comercialización de lo que “a veces” no estaba prohibido, es el caso del vino y el aguardiente, ambos derivados de la uva, que competía con el que llegaba de España, el que entraba por Veracruz. El origen y evolución de las fructíferas redes comerciales para la venta de bebidas españolas al mercado novohispano durante los siglos XVII y XVIII es consecuencia de la decisión de la Corona española cuando, en 1595 prohibió el cultivo de la vid en sus posesiones en las Indias, con el propósito de proteger los intereses de los vinicultores de la península ibérica que exportaban a la Nueva España.
Estas leyes, que supuestamente debían aplicarse, en realidad, autoridades coludidas con productores y vendedores de vinos, se hacían de la vista gorda por diferentes razones. Complicado era definir si se trataba de la uva en albergues religiosos, en qué lugar se producía, como era el caso de Parras, que “a veces” estaba exenta a su aplicación, ya que era un beneficio que se les daba con el objetivo de que los lugareños defendieran la “frontera” norte de los aguerridos indios bárbaros. Se aprovecharon también del factor de la lejanía del centro del virreinato, poco se enteraban de lo que allá sucedía.
Cuando llegaron los españoles a lo que posteriormente llamaron la Nueva España, hoy México, fundamentaron la conquista no solo en la posesión del territorio, también estaba presente el pensamiento religioso de la época. El primero en predicar la salvación en Cristo a los indígenas fue el propio Hernán Cortés, pero después, en 1524 llegaron los famosos primeros 12 franciscanos que buscaban evangelizar a los naturales, por lo tanto, para los sacramentos, se necesitaba el pan (trigo) y el vino (uva).
El primer lugar donde se trató de sembrar vid europea en el Nuevo Mundo fue en las Antillas, a donde la introdujo Colón en su segundo viaje, en 1493, sin ningún éxito debido a lo inadecuado del clima tropical. Después de la conquista del imperio mexica Cortés dictó ordenanzas para el cultivo de la vid, coincidiendo la mayoría de los historiadores que fue en México el primer lugar de América.
Los conquistadores españoles se dirigieron al norte de la Colonia en busca de oro, en su exploración encontraron vides silvestres que abundaban en las orillas de unas lagunas, que formaban un oasis en aquel valle; fue en Parras, en el estado de Coahuila, que se fundó en 1598 por el sacerdote jesuita Juan Agustín de Espinosa con el nombre de Misión de Santa María de las Parras y Las Lagunas. Ya existían algunas haciendas españolas en la región. La introducción de la Vitis vinífera europea siguió inmediatamente a la llegada de los colonos ibéricos, criollos y tlaxcaltecas, quienes consolidaron un importante centro de comunicaciones, agrícola y vitivinícola.
En 1598, Felipe II, desde Valladolid, España, le otorgó una porción de tierra (merced), en el Valle de Parras, al español Lorenzo Garcia, quien fundaría la Hacienda San Lorenzo en la que sembró uva, y empezó a fermentarla para producir el vino. La propiedad pasó por diferentes manos, sorteando innumerables obstáculos durante toda la época de la Colonia.
Don Evaristo Madero, abuelo del presidente de México, Francisco I. Madero, compra la Hacienda San Lorenzo, quien viajó por Italia, Grecia, España, Portugal y Francia para obtener variedades de uvas, implementando avanzados sistemas de producción, contribuyendo al progreso de la industria vitivinícola del país.
A partir de ese momento, la empresa adquiere el nombre comercial de Casa Madero que, a la fecha, sigue fermentando este elixir de 425 años de antigüedad, considerada la primera en comercializar vino y aguardiente, la vitivinícola más vieja de América, que además aún opera. Es una tradición vigente que ejercen los expertos descendientes del “Titán del Norte”. Don Evaristo fue un personaje importantísimo en el desarrollo empresarial, y un ejemplo para nosotros los norteños, hijos del desierto, quienes construimos en la aridez del páramo un refugio industrial.