El 16 de noviembre de 2010, la UNESCO incluyó a la gastronomía mexicana en la lista del Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad, por ello, desde 2016, la Secretaría de Turismo decretó esta fecha como Día Nacional de la Gastronomía Mexicana.
La cocina tradicional mexicana es un verdadero legado cultural que va mucho más allá de los sabores y aromas; es una visión del mundo, un sistema completo de conocimientos y prácticas que une pasado y presente en una armonía cuidadosamente preservada. No se trata simplemente de preparar platillos, es un ritual que involucra a la comunidad en todos sus aspectos, desde la siembra de la milpa, la presentación del platillo en una celebración familiar, hasta llegar a nuestros días con una importante narrativa mestiza donde el sincretismo ha sido el ‘manjar’ que la caracteriza. Se han entrelazado influencias que al principio fueron de España, para después incorporar técnicas y mezclas que aportaron diferentes inmigrantes que han llegado a nuestro país.
Este mestizaje cultural también nos trajo ingredientes de todo el mundo. A lo largo de los siglos, se fueron incorporando alimentos como el café, de origen africano, el plátano que llegó desde Asia, y hierbas aromáticas como la hierbabuena, el cilantro y el comino, que trajeron de Europa y Medio Oriente. Estas influencias no diluyeron nuestra gastronomía, por el contrario, la enriquecieron y la hicieron más diversa, convirtiéndola en una manifestación culinaria de gran complejidad, fomentando nuevos sabores.
La tradicional incluye uno de los elementos más fascinantes, que es la participación colectiva en todo el proceso de la cadena alimentaria. En México, la comida nace del esfuerzo conjunto de la comunidad, no sólo en los campos, sino también en el momento en que esos alimentos se preparan y comparten.
La milpa, por ejemplo, es mucho más que un método; es un sistema agrícola ancestral mesoamericano que consiste en el cultivo conjunto de varias plantas, principalmente maíz, frijol y calabaza. Se basa en una interacción simbiótica donde cada planta contribuye al crecimiento y la salud del cultivo: el maíz proporciona soporte para que el frijol trepe, el frijol fija nitrógeno en el suelo, y la calabaza cubre la tierra, protegiéndola de la erosión y ayudando a retener la humedad. La milpa no solo asegura una producción diversa de alimentos, también es sostenible y respeta los ciclos naturales del suelo, promoviendo la biodiversidad. Es además una forma de trabajar la tierra que simboliza el respeto a la naturaleza y al ciclo de la vida, una técnica que permite que los cultivos se regeneren y sigan alimentando a las futuras generaciones.
La comida mexicana es inseparable de nuestra vida cotidiana y de nuestras festividades, y se convierte en el lenguaje con el cual celebramos cada momento especial. Desde la rosca de reyes en enero que da inicio del año, pasando por los tamales el Día de la Candelaria, hasta el pozole en las Fiestas Patrias de septiembre y el pan de muerto en noviembre, cada platillo cuenta una historia, cada bocado es un fragmento de nuestra identidad. Los mexicanos nacemos, literalmente, con buen diente, y tenemos una habilidad especial para experimentar y crear, mezclando ingredientes y técnicas, que a menudo sorprenden y desafían los sentidos.
En el corazón de México, la comida no es un acto individual, es el eco de generaciones que han resistido, celebrado y amado sus raíces. Cada bocado lleva en sí la historia de quienes nos precedieron, el abrazo de nuestro presente y la promesa de un futuro en el que este tesoro seguirá encontrando su lugar en las manos jóvenes que lo cuidan. Pero sobre todo la disfrutamos, nosotros y el mundo entero que nos visita. Es nuestro orgullo nacional, nuestro más grande embajador.