Diciembre suele presentarse como un mes dominado por las mesas navideñas: pavos, romeritos, bacalao, ponche, champurrado y brindis interminables. Sin embargo, más allá de las recetas tradicionales, existe un calendario paralelo —curioso, diverso y a veces extravagante— dedicado a festejar ingredientes, bebidas y oficios culinarios de algunos rincones del mundo. Aunque muchas de estas efemérides nacieron sin una institución que las respalde, y otras surgieron de iniciativas populares o incluso de marcas comerciales, juntas dan una radiografía sorprendente de lo que comemos y de cómo lo celebramos.
El mes arranca fuerte el 2 de diciembre, Día Mundial de las Frituras, heredero del National Fritters Day estadounidense. No tiene un fundador documentado ni una declaración oficial, pero cada año reaparece en calendarios gastronómicos para recordarnos que lo crujiente —desde unos churros mexicanos hasta un tempura japonés— es una tentación global.
Apenas unos días después, el 6 de diciembre, llega el Día Nacional del Mesero, una fecha adoptada por distintos países latinoamericanos para reconocer a quienes hacen posible la experiencia gastronómica desde el servicio. No existe un creador formal o una declaratoria internacional, pero sí un consenso creciente de que el trabajo del personal de sala merece ser celebrado.
El 14 de diciembre ofrece un contraste interesante: el Día Internacional del Tannat, una uva tinta originaria del suroeste de Francia, pero asociada sobre todo con Uruguay, y convive con la celebración del Laverbread, una pasta galesa elaborada con algas. Ninguna de estas celebraciones tiene un origen claro ni oficial, pero ambas han sido adoptadas por vinícolas, productores y comunidades que han encontrado en estas fechas una oportunidad para visibilizar su patrimonio culinario.
El 20 de diciembre el mundo levanta dos copas. Primero por la sangría, cuyo “día mundial” proviene en realidad del National Sangria Day de Estados Unidos, popularizado por blogs y medios. Aunque no tenga fundador, la bebida sí tiene un momento clave para su fama internacional, la Feria Mundial de Nueva York de 1964, donde España la dio a conocer masivamente. Ese mismo día se celebra también la cerveza Bock en Estados Unidos, una efeméride que tampoco tiene origen documentado, pero ha sido adoptada por bares y aficionados.
La víspera navideña trae dos celebraciones más. El 24 de diciembre se reconoce el Día Mundial de las Natillas, un postre que aparece en distintas versiones en América y Europa, y en Chile se festeja el Día del Bistec a lo Pobre, un plato emblemático de su cocina popular cuya efeméride se consolidó más por costumbre mediática que por una proclamación formal.
Entre los últimos días del mes, el calendario gastronómico se vuelve más divertido. El 27 de diciembre coincide el Día Internacional del Marselan, una uva híbrida franco-española que ha prosperado en América Latina, con el Día Internacional del Whisk(e)y. Esta última celebración es especialmente confusa, pues la efeméride más conocida del whisky —World Whisky Day— fue creada en 2012 por Blair Bowman, pero se celebra en mayo, no en diciembre. Aun así, aficionados anglosajones han adoptado esta variante decembrina en redes y foros.
Ese mismo día, Estados Unidos festeja el Devil Dog Day, creado directamente por la marca Drake’s Cakes para promover su pastelito “Devil Dog”. Una muestra de cómo muchas efemérides gastronómicas responden más a estrategias comerciales que a tradiciones.
El 28 de diciembre se celebra el Día de Comer un Eskimo Pie —otro invento estadounidense sin origen claro—, seguido por el 29 de diciembre, dedicado al pimiento, sin documentación histórica pero ampliamente compartida en internet. El mes despide el año con potencia el 30 de diciembre, Día Mundial del Tocino, una celebración creada formalmente en 1997 por Danya Goodman y Meff Leonard, cuyo único propósito declarado fue reunir a los amantes del tocino en torno a su ingrediente favorito.
Estas fechas, aunque desiguales en su origen y oficialidad, muestran un fenómeno interesante; en diciembre, la gastronomía no solo se vive alrededor de la mesa navideña, también se celebra —de forma lúdica o seria— a través de ingredientes, oficios, productos locales, bebidas tradicionales e incluso antojos creados por la industria.
Diciembre, al final, es un mosaico gastronómico donde conviven las tradiciones más solemnes con las efemérides más caprichosas. Y quizá ahí radica su encanto, en recordarnos que la comida es rito, memoria, identidad… pero también un juego festivo que nos acompaña hasta el último día del año.